PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 1                                                               ABRIL-MAYO 2002
página 4
 

GLOBALIZACIÓN SÍ, GLOBALIZACIÓN NO

Las cartas se han repartido y la polémica está en juego ¿Globalizar la economía? Partidarios y detractores se enfrentan en parlamentos, medios de comunicación, ensayos... la calle. Se barajan beneficios y desventajas. Se contrapone autarquía e imperialismo. Se intentan sintetizar principios, asimilar posturas, armonizar criterios; las más de las veces con lugares comunes, retórica fácil, conceptos vacíos que no presuponen progreso social mientras la inercia del mercado continúa su proceso en el rumbo trazado por los más poderosos.
Ahora bien ¿cuándo se habla de globalización a favor y en contra, se tienen bien encauzados los criterios que pueden objetivar el debate? Desde mi punto de vista el problema esencial no está en la dicotomía globalización económica sí o no, sino qué economía es la que se quiere globalizar.
La globalización en sí no es más que la consecuencia de las relaciones sociales entre los distintos pueblos, y allá donde ha habido una cultura prominente, ha intentado exportar su sistema a todos los ámbitos posibles de su influencia. Desde este punto de vista la globalización como tendencia es tan antigua como la historia misma. Lo que ahora encontramos es que los avances tecnológicos por primera vez en la historia ofrecen la posibilidad real de un mercado universal ¿Es oportuno entonces el planteamiento de estructuras generales que desarrollen esa economía universal? Es posible que sí, pero el punto de partida, a mi juicio, es el conocer qué economía es la que en su desarrollo produce beneficios globales.
Por ello creo que el debate no debe centrarse en si es buena o perjudicial la globalización, porque del incorrecto juicio sobre dicha oportunidad puede derivarse la pérdida de una buena ocasión para el progreso de los pueblos más desfavorecidos.
Posiblemente haya que trasladar el debate social desde el concepto globalización al de la idoneidad social del sistema económico. El juicio contra la globalización hoy en día se ajusta más a un juicio contra una estructura económica que en los últimos decenios no parece haber logrado mejorar, como se esperaba, la perspectiva social.
Muchos de los que hoy se oponen a la globalización son los mismos que hace décadas propugnaban una globalización basada en estructuras económicas de sustrato marxista que agotadas propiciaban la agonía de sus pueblos.
El destello del éxito económico occidental no debe conducir a la formalización de conclusiones generalizadoras e intentar imponer el sistema como un universal ideal, pues la renta de beneficios a escala mundial quizá no sea tan optimista.
La nueva economía que puede sustentar la idea de una universalización no puede estar basada en el simple criterio de la globalización de los mercados, sino que fundamentalmente debe apoyar el desarrollo de una economía no especulativa.
La historia recuerda como las sucesivas etapas de la colonización están repletas de ejemplos de explotación, no sólo de recursos, sino incluso sobre las personas. La globalización por tanto, no puede responder a una nueva forma de colonización aparentemente respetuosa con la soberanía internacional, pero igualmente injusta.
La aceptación social de una propuesta de globalización de la economía, pasa por la estructuración de un nuevo orden económico alejado de la especulación y construido sobre el fundamento social del trabajo y el comercio como un intercambio de servicios.
Sustituir los hábitos económicos que tanto beneficio ha reportado a los más poderosos no es fácil y, posiblemente, conseguir estructuras económicas alternativas, que sólo a largo plazo repercuta beneficios, tarea ardua. Puede ser que al fin sólo un vuelco económico generalizado hacia el mundo más desfavorecido sea el garante de paz en una sociedad cada vez más interdependiente.

 

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