PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 1                                                               ABRIL-MAYO 2002
página 6
 

PROSTITUCIÓN ES ESCLAVITUD


Entre los hitos que marcan la modernidad, uno es el posicionamiento de la conciencia colectiva frente a la esclavitud.
Estados y organismos internacionales se hacen valedores de la protección de la integridad de los derechos humanos. El gran problema surge cuando se constata que en las sociedades más desarrolladas su misma dinámica genera nuevas formas de esclavitud socialmente toleradas.
Entre esas nuevas formas de esclavitud permitidas está la trata de personas para el ejercicio de la prostitución.
Se puede argumentar que la prostitución no es un tema de hoy, ni un tema generado por el sistema liberal. “La prostitución ha existido y existirá”, y con postulados perecidos, desde muchos estadios, se quiere dar carpetazo al asunto.
Basta asomarse a determinados espacios de las cosmopolitas ciudades europeas para advertir que esos planteamientos no pueden relajarse en tal simplicidad. Un contingente de personas captadas en el tercer mundo son utilizadas como mercancía de placer para satisfacción de los civilizados ciudadanos occidentales. El marco de los derechos pretende quedar aparentemente equilibrado, ya que la contraprestación económica por el servicio garantiza la subsistencia de la víctima.
Si consideramos esclavitud el dominio de una persona sobre la integridad corporal de otra, la prostitución no escapa a esa realidad, pues los órganos corporales son arrendados temporalmente para la satisfacción del demandante. ¿EL derecho puede proteger o ignorar el mercadeo con mercancía humana? Es ese el gran problema que la conciencia occidental pretende regatear, no admitiendo lo que la realidad es, sino las apreciaciones subjetivas que terminan en la permisibilidad.
Para quienes afirman que la prostitución no es sino una labor social, la participación en la contraprestación laboral con el uso del propio cuerpo, como un trabajo más, sería interesante que recapacitaran si les fuese de agrado que fueran sus hijos, hijas, consortes, hermanas, hermanos, quienes tuvieran que ofrecer su cuerpo en semejante actividad. Simplemente porque a sus personas queridas las consideran sujetos, mientras que cuando defienden la prostitución de otros u otras no consideran a los mismos sino como objetos.
Hoy, en que la generalización de la explotación ha quedado patente, los políticos occidentales no pueden continuar confundiendo libertades y dominios, y urge una acción política dirigida contra quienes favorecen esa salvaje forma de esclavitud.
Cada vez se hace más patente que la parte débil, el hombre o la mujer vulnerados, no deben ser el sujeto perseguido por el derecho, sino las partes vulnerantes, el sujeto que con su poder económico compra el abuso, y todo tercero que se favorezca de la trata de personas. Si bien contra las mafias que trafican con personas algunos ordenamientos jurídicos tipifican hechos delictivos, creo que está por iniciarse el proceso de atribución de las responsabilidades que el sujeto que compra el servicio tiene de forma directa e inmediata sobre todo el proceso que favorece la explotación de otras personas -en gran parte víctimas originarias de países en desarrollo- que conforma todo el entramado de una nueva forma de esclavitud del imperio occidental.

 

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