PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 1                                                               ABRIL-MAYO 2002
página 9
 

LOS NUEVOS PROLETARIOS


Comparando a un siglo de distancia las condiciones sociales de comienzo del siglo XX, con las actuales del siglo XXI, encontraríamos grandes diferencias y algunas transpolables afinidades.
La inestabilidad social que se extiende durante toda la primera mitad del siglo XX está afectada socio-políticamente de la lucha de clases preconizada por Engels y Marx. En la sociedad de la industrialización liberal, la capitalización necesaria para su desarrollo ha dividido aparentemente la sociedad en dos sectores: Por un lado, la iniciativa capitalista de estructura burguesa, y por otro, la mano de obra requerida para todo el nuevo proceso.
El socialismo marxista preconiza la lucha de ambos bloques, como dos poderes enfrentados, irreconciliables. En esa polaridad de lucha de clases es donde el término proletario alcanza su más amplio sentido, como clase, modelo estructurado en un enfoque determinado de la sociedad. Podríamos decir que semánticamente el término proletario añade al de obrero la marca de autoconciencia de clase. La revolución por la dictadura del proletariado se llevará a cabo por un sector concienciado que ofrece para la clase obrera el poder frente a la ruina.
Independientemente del análisis de las contradicciones internas que en la filosofía de la lucha de clases se encerraba, y que la historia ha venido a evidenciar, hay dos aspectos relevantes que un siglo después no deben perderse de vista.
El primero de ellos son las actitudes sociales que intervienen como un catalizador de la revuelta social. La falta de perspectiva de la burguesía para asimilar los nuevos tiempos con nuevas maneras que rectifiquen la herencia de dominio sobre las personas.
El segundo aspecto que no puede ser olvidado, que, como consecuencia de aquella revolución, se haya dado el siglo más sangriento en guerras y represión de toda la humanidad.
El nuevo signo de la globalización, verdadera señera del siglo XXI, debe afrontar la creación de un nuevo marco socio-económico. Obviar esta realidad, y pretender sin más que la política liberal se desarrolle al margen de una transformación social, puede volver a repuntar tensiones similares a las que convulsionaron el pasado siglo.
Estructurados los países desarrollados en torno a las clases medias, se puede considerar el conjunto de los mismos como la nueva burguesía en un orden económico internacional en el cual el papel del proletariado está identificado con un tercer mundo en el que cada vez se percibe con más nitidez el inicio de un movimiento de asunción de conciencia de clase.
Aun cuando el primer ánimo de este tercer mundo sea el de integrarse en la sociedad del bienestar -de ahí la pujante inmigración hacia los países ricos, que por la propia dimensión demográfica no puede ser sino limitada- no parece sino una utopía que dicho desarrollo pueda darse sin una puesta al día de la globalización de medios capaces para diseñar un nuevo orden social.
Si las relaciones en el nuevo siglo se han de asumir a nivel mundial, exigirá una redistribución del poder fundamentado en un foro donde los estados compartan espacios de soberanía que administren las coordenadas esenciales del nuevo esquema mundial.
Como el siglo pasado, la tentación de no afrontar los acontecimientos, y dejar que los mismos marquen el devenir, puede ser que propicie un futuro incierto no lejos de convulsiones como hoy en día no seamos capaces de imaginar.
La nueva burguesía y el nuevo proletariado del siglo de la globalización están servidos. De los pasos acertados de unos y otros hacia el entendimiento o la confrontación depende demasiado como para que no sea tema capital.

 

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