PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 10                                                                                                      SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2003
página 6
 
 

ASESINOS

 
Asesinar: Matar a alguien con premeditación, alevosía, etc. 2 Causar viva aflicción o grandes disgustos. 3 Dicho de una persona en quien se confía: Engañar en un asunto grave.
La definición del diccionario de la Real Academia Española no deja margen de maniobra a los políticos para esquivar el señalamiento que de asesinos les hace el pueblo cuando en defensa de su interés tergiversan la realidad para justificar el uso de la fuerza con la que remover los obstáculos que se enfrentan a sus proyectos de poder.
La responsabilidad que debe exigirse a quien utiliza un arma es una de las razones que conduce a que su disposición sea restringida. La tentación de utilizar la fuerza para imponer el propio criterio cuando las razones esgrimidas para solucionar los problemas no convencen, por la inconsistencia de los argumentos, es una de las debilidades de los gobernantes irresponsables y para salvar los trámites que los sistemas de garantía establecen para la no disposición aleatoria de los ejércitos es cuando recurren al engaño en las instituciones del pueblo, mediante la falsificación de los argumentos, para obtener de los ciudadanos la venia que les permita obtener la victoria política matando al adversario elevando a la condición de enemigo.
La guerra, máxima expresión del terror, sólo se justifica para el que es agredido y ha de defenderse. Matar para quien conduce el ejército agresor se identifica con el asesinato de acuerdo a la triple acepción semántica del español: Porque se mata con premeditación y alevosía, en especial mediante el bombardeo sobre indefensos; porque se causa una viva aflicción de temor, hambre y angustia a la población; porque la falsa justificación de la necesidad de la guerra para quien ataca casi siempre se monta sobre el ardid de aquel en quien se había depositado la confianza política.
El terrorismo revolucionario y el terrorismo de estado son dos expresiones más de la decantación por la violencia sobre la justicia. Aunque la injustificable espiral de la violencia encuentre respaldo político con la proyección de la mentira esto no disculpa la responsabilidad de asesinato sino que la incrementa en la medida que agota la amplitud del campo semántico del término.
A veces, puede parecer que cuanto mayor es la autoridad y el poder de quien decide el empleo de la fuerza más justificada está, pero en la medida que a mayor autoridad corresponde mayor confianza se puede concluir que su engaño en asuntos graves eleva a la máxima vileza su actuación.
Esa manifestación tan democrática que es la libertad con que el pueblo crea la lengua ha considerado reunir bajo el lexema de asesino acepciones que aun diferenciadas en sus rasgos distintivos conservan un mismo énfasis condenatorio.