PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 100                                                                                  SEPTIEMBRE  2018
página única

DESPEDIDA


Hace algo más de dieciséis años, a comienzos del 2002, entre los proyectos promovidos por la Asociación Intercultural para el desarrollo de la Filosofía Social, tuvo su origen la edición en internet de la revista de pensamiento social PAPELES PARA EL PROGRESO, editada como una mesa de ideas para favorecer la difusión de alternativas a la simple consideración de que todo en la sociedad está ya experimentado, regulado y pensado.
El verdadero progreso de la humanidad se ha seguido de la aplicación de la intuición creativa, la que siempre surge en el pensamiento individual y alcanza trascendencia cuando es considerada por el colectivo social. El desarrollo de generación en generación de la ciencia, la filosofía o la técnica se relaciona con la enseñanza, el estudio y la investigación, pero esas actividades han sido posibilitadas por la difusión de cada aportación o descubrimiento realizado por cualquier persona o grupo en algún lugar del mundo.
La creación de la red digital de intercambio de contenidos y datos internet, que tuvo su génesis en los últimos decenios del siglo pasado, ha constituido el gran revulsivo de la intercomunicación del siglo XXI, a cuya oportunidad se acogió PAPELES PARA EL PROGRESO como iniciativa de animación social con la difusión de ideas, sugerencias y consideraciones acerca de criterios y valores desde los que sustentar unas relaciones sociales altamente humanizadas. Provocar la reflexión acerca de cómo acertar en construir unos sólidos fundamentos en la estructura profunda de la sociedad supone una modesta aportación a la Filosofía Social --la que indaga cómo han de ser las relaciones humanas-- pero necesaria, ya que esa disciplina apenas ha sido considerada en los últimos siglos a causa del auge de la sociología --la que analiza cómo se comporta la sociedad--, cuya experiencia de vida social colectiva se presenta como la conciencia cierta del progreso. Muy posiblemente una gran parte de la humanidad no se considera satisfecha con la forma en que el entorno social le induce a vivir, pero pocos de ellos consideran que con su comportamiento, aunque sea en una parte infinitesimal, son responsables de que la vida sea así.
Alcanzado con creces el inicial objetivo del proyecto de publicación para la revista PAPELES PARA EL PROGRESO, fijado en mostrar las posibilidades de profundizar en el entorno del pensamiento social con la libertad de opinar sin agraviar y debatir a favor de contrastar los contenidos de verdad que justifican la legitimidad de todas las ideas frente a la restricción de las ideologías, corresponde en este número 100 comunicar a todos los habituales lectores la clausura de la edición de la revista; aunque al cese de la aparición de nuevos números de la revista todos los artículos publicados con anterioridad seguirán accesibles --como lo han sido en los años precedentes-- a través de su consulta en el índice temático de la página www.papelesparaelprogreso.com , cuyo dominio seguirá plenamente activo.
El expreso propósito de la revista en versar sobre los fundamentos de las relaciones sociales, y no sobre el análisis concreto a cómo se desarrollan, o se han desarrollado, esas relaciones en determinadas o diversas comunidades del mundo, favorece que los contenidos publicados puedan ser útiles para quienes están interesados en la Filosofía Social. Pese a la variedad de materias tratadas en los artículos publicados, se evidencia en gran parte de ellos la característica común de la promoción de un humanismo que inspire relaciones sociales basadas en el intercambio de servicios entre personas que se respetan en el fundamento de su dignidad, y no en las relaciones de dominio con que la historia ha justificado el abuso de poder de unas personas sobre otras.
El Estado moderno, como alternativa de progreso sobre los imperios y monarquías del antiguo régimen, emerge, de la estructura profunda de la sociedad, la conciencia de misma honorabilidad para todas las personas, elevando a cada ciudadano de la condición de súbdito a la de soberano, favoreciendo que los gobernantes lo sean porque soportan el aval de la representación ciudadanía, ante quien rendir cuentas a su confianza. Esa profunda modificación del concepto estamental en las relaciones sociales precisa de que el sistema se dote de los medios para que la ciudadanía pueda gestionar con responsabilidad su autogobierno, lo que se hará posible en la medida de que, a través de la educación, se equiparen las clases sociales.
Muy probablemente quienes detentaban el poder en el antiguo régimen, y quienes añoran esas estructuras de dominio hoy en día, utilizan los recursos democráticos para perpetuar sus privilegios, de modo que, aunque la estructura política cambie con el progreso social, la sociedad siga estratificada con la novedad de que en las clases dominantes se hayan incorporado magnates provenientes del mundo del comercio y las finanzas especulativas. Corregir esas tendencias desde el sistema democrático sólo es posible desde la objetividad de la gestión social que genera una cultura que prodigue que las instituciones sirvan a los ciudadanos en vez de que el pueblo sea quien sirve a las instituciones, lo que requiere que la pasión por el respeto al derecho ajeno se cultive desde las más simples relaciones sociales, como la familia, a las más complejas de la realidad económica, laboral y política. El respeto, la justicia, la solidaridad, la laboriosidad, la creatividad... son valores en cuya definición y aplicación práctica se encuentra comprometida la porción del pensamiento social contemporáneo que reivindica el rearme ético de la sociedad como futuro vertebrador del sistema democrático.
La sociedad contemporánea ha escogido a la Economía como una de las ciencias preferidas y ha olvidado, o no ha descubierto, lo que la Filosofía Social debe reportar al revivir del humanismo, porque éste representa los valores naturales más preciados para el ser humano. La Economía es la ciencia que estudia los procesos generativos de la riqueza, pero apenas atiende al reparto de esa riqueza sino en lo concerniente a la reproducción del valor de los bienes en el colectivo social. La riqueza mundial puede crecer sin que lo haga proporcionalmente para la mayoría de la humanidad, y ello se debe, en su mayor causa, por la desigual repercusión de la riqueza a quien realmente la produce. La Filosofía Social --aunque sea un disciplina en relativo desarrollo-- ha advertido desde mediados del siglo XIX sobre el derecho del productor a disfrutar íntegramente la parte real de los bienes generados con su trabajo. Sólo muy poco a poco los trabajadores han logrado conseguir retribuciones superiores a las de la simple supervivencia, casi siempre a través de la lucha social y no por el progreso de la política distributiva que objetiva los derechos de participación de capital y productores sobre los bienes generados; quizá porque la reivindicación ciudadana ha caído en la flaqueza de reclamar una justicia de castigo y venganza contra de la explotación, en vez de afirmarse en la corrección de la ley para sin pausa reconocer los íntegros derechos de los todos los trabajadores.
Difícilmente puede reconocerse interés hacia la Filosofía Social sin considerar el respeto al ser humano --a todo ser humano sin discriminación alguna-- con quien se entra en relación. La historia desgraciadamente relata muchos más ejemplos de la vigencia en la humanidad de la ley de la selva --el poder del más fuerte-- que de la cooperación humana para alcanzar el bien común. No obstante, la realidad es que el servicio entre ciudadanos ha sido la mayor constante y el mejor legado que los hombres y las mujeres se han concedido para llevar adelante una vida entre penurias y alegrías, las que compartidas han favorecido la conciencia de cooperación.
La Filosofía Social en su análisis de las condiciones de verdad que deben sustentar la política de los pueblos, advierte la necesidad de que, aun en la forma más perfecta de gestión democrática, el poder del pueblo pueda ser reprimido en sus excesos cuando invade derechos humanos fundamentales, la intimidad personal o derechos de las minorías. Todo autoritarismo, incluso el aupado por procedimientos democráticos, tiende a la concentración de poder mediante un itinerario que ha sido reiteradamente utilizado en la historia: el que comienza por poner en valor la legítima autoridad, sigue por anular la oposición y concluye con la unificación del dominio en un poder ejecutivo que subyuga la actividad parlamentaria y manipula la independencia de la justicia atribuyéndose el derecho de regir los procedimientos de nombramiento de jueces y magistrados. Ya en los comienzos de la Edad Contemporánea, el barón de Montesquieu, filósofo y jurista, definió una doctrina considerada como vertebral de la garantía democrática; en ella argumenta: No hay libertad si la potestad de juzgar no está separada de la potestad legislativa y de la ejecutiva; y también: Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo, ya sea de los nobles o del pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre particulares (El espíritu de las leyes). La independencia judicial exige, no sólo que las leyes impidan la coacción a los jueces, sino que, en respeto a la multiplicidad de ideologías, el poder ejecutivo no contamine esa independencia por su acción directa o indirecta en el proceso de formación y selección de los mismos. Corresponde a los parlamentos definir los rangos de los tribunales y  las categorías profesionales de los funcionarios de administración de justicia, pero su elección no puede realizarse por designación de los partidos políticos ni por el Gobierno, por mucho que representen al pueblo, sino por métodos que garanticen el respeto absoluto a habilitar por igual para ocupar cada plaza a cualquiera de los profesionales que cumplan los requisitos establecidos.
Por el tratamiento que ofrecen los medios de comunicación, podría parecer que lo más trascendente de la sociedad compete a la actividad política, a la economía y a la aplicación de la justicia, y por tanto que esos mismos temas constituyan la esencia del objeto material de la Filosofía Social. Realmente esa disciplina se ocupa en identificar los rasgos de las condiciones en que se deben generar esas relaciones para que alcancen la condición auténtica de valores intelectuales humanos, pues todas las especies de animales se relacionan de acuerdo a su conocimiento sensible, pero la persona debe hacerlo, en razón de su intelecto creativo, desde la perspectiva ética de obrar procurando conjuntamente el propio beneficio y el bien común. Considerar que la mayoría de los actos humanos conciernen a la vida particular no puede ignorar su relevancia social cuando incumben a relaciones entre dos o más personas, siendo precisamente ese substrato de relaciones particulares donde cada individuo aprende y ejerce su trascendencia ética, de modo que la forma real del comportamiento de cada cual en el ámbito familiar, educativo, laboral, etc. define tanto más a una sociedad que su imagen institucional. Esa es la causa de que el índice temático de PAPELES PARA EL PROGRESO refleje tantas ideas publicadas concernientes a desentrañar valores en temas tan comunes como comunicación, cultura, deporte, economía, educación, ética, familia... hasta completar las diecisiete secciones de referencia de su índice temático, que facilitan consultar sobre aquello que pueda interesar en cada momento,  cuyo contenido en el futuro próximo seguirá a disposición de los lectores.
Como ha sido norma editorial desde su iniciativa como mesa de ideas, se mantiene la autorización expresa de la difusión en otros medios de comunicación de los artículos publicados en la revista, sin más requerimiento que la cortesía de indicar la procedencia (www.papelesparaelprogreso.com). La autoría de los artículos, cuando su autor así lo ha solicitado, figura como tal en el respectivo código fuente de la página web correspondiente al artículo publicado.
Al terminar esta andadura justo es reseñar el agradecimiento a Daniel Muñoz, Antonio del Rey, Pedro Polo, Adela Fentefuegos, Borja Negreiro, Mariam Mosteiro, Raúl Allain, Isabel Bellón... y a todos cuantos han favorecido la promoción de la Asociación Intercultural para el desarrollo de la Filosofía Social y cada uno de quienes remitiendo sus artículos de colaboración han hecho posible que cada número de PAPELES PARA EL PROGRESO haya estado editado para sus lectores cada par de meses desde abril de 2002.
El Director.


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