PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 11                                                                                                      NOVIEMBRE-DICIEMBRE  2003
página 9
 
 

 DESERTIZACIÓN

 
En el ámbito de la naturaleza un reto trascendental al que se enfrenta la humanidad es el de afrontar la creciente desertización.
Frente a quienes sostienen la idea de que la desertización corresponde a uno de los ciclos alternativos de la naturaleza y, por tanto, es inevitable su extensión en los siglos venideros, hay quienes defienden que la progresión actual de la desertización es producto en gran parte de la deficiente gestión del medio natural que está realizando la humanidad.
Muy posiblemente la conjunción de ambas causas sean quienes provocan la aceleración del cambio ecológico sobre la superficie de la tierra.
Entre las actuaciones humanas que inciden en favorecer la desertización están denunciadas:
     1.La incidencia de gases contaminantes de combustión que favorecen el efecto invernadero.
     2. La tala de bosques.
     3. La contaminación de los ríos.
     4. La deficiente gestión de los recursos de agua.
     5. Los incendios de masa forestal.
     6. La erratividad de cultivos y hábitos culinarios del hombre.
     7. La repoblación vegetal inadecuada.
Un primer y superficial análisis de los factores relacionados sería conveniente distinguir entre las acciones humanas incidentes y las negligentes. En las primeras estarían aquellas de cuyo ejercicio se sigue directa o indirectamente favorecer la desertización, como la contaminación de la atmósfera, la tala de bosques. Negligente sería en cambio la dejación de responsabilidad para acometer los procesos pertinentes que favorezcan la detención del proceso de desertización.
La irresponsabilidad de la acción humana sobre la naturaleza no es sólo contemporánea sino que a lo largo de la historia el hombre ha utilizado los recursos sin estimar el influjo de su acción en el porvenir. Así se talaron inmensos bosques para obtener madera o espacios para el cultivo, se agotaron minas, se incendiaron plantaciones, se esquilmaron especies animales. Pero en la medida que los humanos nos hemos multiplicado y nuestra capacidad técnica y científica ha crecido, la posibilidad de influir negativamente sobre la naturaleza se ha incrementado en progresión geométrica.
Quizá lo más importante de los últimos tiempos sea la valoración del impacto ambiental del desarrollo y la percepción de que el hombre puede estar influyendo en la degradación ambiental. Los estudios sobre la emisión de gases de efecto invernadero y su incidencia sobre el recalentamiento del planeta o la apreciación de la creciente desertización son indicios de ello.
Lo más urgente, por tanto, es movilizar recursos encaminados a luchar contra el aumento de la degradación, aun en lo que no pueda deberse a su directa actuación. Así, además de neutralizar o limitar sus acciones incidentes, se debería trabajar globalmente para no ser negligentes cuando aún queda tiempo para actuar.
No han sido pocos algunos aciertos en la lucha contra la desertización, como, por ejemplo, las técnicas del riego por goteo.
Un campo iniciático quizá lo depare la modificación genética de plantas para adaptarse a crecer con escasos recursos de agua; pero el más relevante, si el hombre quiere vencer la desertización, puede que esté en la batalla por conseguir una vegetación compatible a ser regada con agua marina o a la desalinización económica del agua marina mediante un sistema bacteriológico.
La ciencia quizá logre en un futuro no muy lejano recomponer algo del desequilibrio actuado sobre la superficie verde por la imprudente mano del hombre.