PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 11                                                                                                      NOVIEMBRE-DICIEMBRE  2003
página 10
 
 

 VERDAD OBJETIVA

 
En los últimos tiempos, desde el dominio intelectual del positivismo, se aprecia un creciente desprecio hacia la filosofía. Paralelamente la sociedad ha sufrido unas convulsiones internas como nunca en su historia se habían suscitado. Las ideologías de exterminio que han causado decenas de millones de muertes en el último siglo son signo de una crisis de pensamiento sin precedentes.
El quicio esencial para rectificar está en considerar que ha existido error; que la barbarie, si así se quiere reconocer, no es producto del destino sino consecuencia directa de unos postulados sociales equivocados a los que inmensas cantidades de ciudadanos se adhirieron. Para no reconocer el error social acaecido se debe: o bien considerar la crueldad practicada un acierto, o bien considerar la misma como una determinación necesaria de la naturaleza ajena al arbitraje de la libertad humana.
Reconocer el error supone de hecho afirmar que se ha producido una desviación en el planteamiento de las tesis o en su aplicación práctica; pero, ascendiendo un escalón más en la crítica de pensamiento, habría que aceptar que se ha producido una desviación entre lo que el juicio práctico considera que deben ser las relaciones sociales, cuyo objeto es el bien, y tanto mal realmente producido. De alguna manera se podría concluir que las convulsiones violentas del siglo XX han negado el objeto propio de la sociedad, o sea, lo que la sociedad es. Lo que concluye que o la sociedad no se fundamenta en una esencia real y por tanto no tiene fin, o su verdadero objeto a sido soslayado.
Negar la esencia natural de la sociedad supone negar al tiempo la dimensión sociable del hombre y toda dimensión ética de su comportamiento. La sociedad sería simplemente un conjunto de aplicación de actos individualizados. El bien no estaría en la proyección de los actos sobre los demás sino en el beneficio o satisfacción que reporta al sujeto. El objeto social habría sido reducido a pura subjetividad.
Quizá llegado a este punto podría merecer la pena plantearse si ese desplazamiento de la ciencia filosófica ha sido una de las causas que ha permitido el imperio de las ideologías que han gestado el horror.
La filosofía tiene por objeto descubrir lo que las cosas son; la verdad que puede ser predicada de cada ente. Desde este principio la filosofía es una ciencia permanentemente abierta, pues siempre pueden ser mejor predicadas las condiciones de verdad de cada ser.
En el ámbito de las ciencias sociales, la contribución de la filosofía social es inagotable, pues la objetivación de lo que la sociedad es, su verdad más intrínseca, es uno de los factores absolutamente necesarios para la verificación de las condiciones de verdad de las distintas ideologías que surgen en el contexto social.
Los movimientos sociales humanos se debaten entre la tradición y la reacción a la experiencia vital. En muchos casos los desplazamientos ideológicos siguen la inercia de una marea mental.
En la medida que estén presentes criterios de filosofía social en la razón de los ciudadanos, estarán capacitados desde una mayor libertad de juicio para la pacífica construcción de una sociedad que fundamente sus objetivos en las condiciones de verdad de lo que por naturaleza la sociedad es. Sólo con ese bagaje y hábito de pensar filosófico se poseerá criterio para denunciar los dogmatismos irracionales que con tanta frecuencia imponen su verdad.