PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 13                                                                                                      MARZO-ABRIL  2004
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FRONTERAS

 
El derecho del hombre por su condición de persona es el fundamento de toda la filosofía social. El ser humano no es producto de la sociedad sino sujeto y artífice de la misma y en consecuencia la ordenación social debe construirse desde el respeto a la naturaleza del hombre. Si consideramos que no existen especies distintas dentro del ser humano, pues de existir la especie humana no sería una tal, hay que predicar una misma naturaleza para todos y cada uno de los hombres y, por tanto, igualdad en el derecho para todos ellos en la sociedad global. Con independencia de raza, cultura, religión, sexo, capacidad, etc. el derecho natural ampara la integración y desestima cualquier segregación. Por tanto, la justicia social ante todo está en la protección de cada ser en el ejercicio de su libertad en su vinculación con la sociedad.
La política en la sociedad se constituye como el arte de la defensa de intereses y, como la historia ha demostrado, se construye desde una interpretación parcial de la justicia ajustándola a unos fines predeterminados. Esta disociación de política y justicia tiene su raíz en la concepción de una sociedad estamentaria o una sociedad fragmentaria. Ambas suponen una discriminación o bien por castas o bien por etnias.
La agrupación de los hombres en conjuntos diferenciados en razón de su proximidad originó desde la remota antigüedad la formación de tribus constituidas mayormente sobre los lazos de consanguinidad. La relación entre las tribus originó la política de convivencia de cuyos intereses parciales se suscitó la disensión, el enfrentamiento y la guerra.
El estado, como estructura desarrollada de la conciencia de grupo de una colectividad, institucionaliza la segregación social proporcionalmente a como crea un derecho discriminatorio entre la ciudadanía propia y el extraño o extranjero. El ámbito territorial determina la perpetuación de las fronteras.
La conciencia nacional se eleva a categoría de clan cuando se vuelve remisa a que sobre su territorio se establezcan otras personas que en uso de su libertad eligen inmigrar para integrarse en una nueva comunidad. La intransigencia a compartir la sociedad con terceros induce a los estados al fortalecimiento de las fronteras con leyes que superan en mucho la propia dinámica de la humanidad, de lo que se sigue la marginación social de quienes inmigrados no tienen reconocidos sus derechos humanos.
Puede parecer paradójico que muchos de los estados que más marcan sus fronteras son los que se han constituido por la migración de sus antepasados o quienes conquistaron tierras para sus reinos en virtud del libre derecho a establecerse en cualquier tierra habitable.
Las fronteras deben cumplir la función de enmarcar espacios administrativos no discriminatorios; son la imagen de la conciencia de la idiosincrasia de un pueblo, de su historia y cultura, pero no deben constituirse en barreras para contener el paso de quienes pacíficamente acuden a establecerse en esa comunidad con total respeto y espíritu de integración.