PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 13                                                                                                      MARZO-ABRIL  2004
página 5
 

FEMINISMO

 
Una de las características sociales del siglo XX ha sido la revalorización del derecho de la mujer para el desarrollo de sus actitudes en la sociedad en igualdad al varón. El movimiento para conseguir que la personalidad de cada mujer no encuentre trabas de género en su desarrollo ha sido lo que comúnmente se conoce como feminismo.
Para muchas el término feminismo no se ajusta a lo que es realmente la reivindicación de la mujer, pues en sí más que una defensa de género la lucha se plantea dentro del espectro de la defensa de una única igualdad social sin discriminación de género, como tampoco de raza, religión, etc. Sólo se sostiene la referencia de género por lo que en sí tiene de marginado y no como constitución de grupo de presión social.
Normalmente las formaciones más contundentes parecen las que se proclaman desde el movimiento de la liberación de la mujer, ya que estos establecen el énfasis más en la libertad que en la igualdad, soslayando el que la libertad de hombre y mujer están de alguna manera limitado por sus responsabilidades sociales.
El análisis de la filosofía social sobre la cuestión del rol de la mujer en la sociedad deja varios apuntes:
1. Igualdad en el derecho al varón.
2. Necesidad de la solidaridad entre mujer y varón.
3. El fin personal está ligado al fin social.
4. Refutación ética a la manipulación discriminatoria genética de género.
La falta de acierto en la doctrina social histórica sobre estos aspectos induce a una mayor urgencia para fundamentar criterios válidos para apoyo y ayuda a las demás ciencias sociales.
El quicio sobre el que se debe construir todo el feminismo es el de la igualdad de derecho de la persona en la sociedad. Si fundamentamos la persona humana en la individualidad de un cuerpo específico dotado de entendimiento libre hemos de concluir una igual realización en hombre y mujer, en niño y anciano, en cualquier ser con esa especificación con independencia de raza. La personalidad deriva del entendimiento que faculta a la persona para realizar actos responsables y libres, de ahí surge el derecho en la implicación colectiva de los actos por la vida en sociedad.
Históricamente la marginación de la mujer se ha derivado como una consecuencia de la contemplación del poder de algunas facultades corporales. En la medida que el varón imponía su fuerza al guerrear y en el trabajo físico se mimetizaba el predominio en la vida social. Esta preeminencia del hombre sobre la mujer no escapa a la cultura y a la religión que no han acertado a expresar la igualdad derivada de la espiritualidad de la persona.
Hombres y mujeres están llamados al entendimiento en la mutua cooperación de la sociedad. Los enfrentamientos genéricos no son nuevos en la historia ni resultado de la modernidad. Un escritor de Constantinopla del s.V dice refiriéndose a las controversias de género: se hicieron enemigos mutuamente unos de otros, encendiéndose una múltiple y variada lucha, más injusta y terrible que todas las guerras civiles.
Plantear el feminismo y la liberación de la mujer como revancha contra las desigualdades históricas habidas presenta el peligro de radicalizar un permanente enfrentamiento por el poder en la vida de pareja, familia, sociedad... cuando la verdadera necesidad para un progreso social armónico es la de la mutua solidaridad.
La diferenciación genérica debe entenderse como mutua complementación, tal y como lo expresa la diferenciación sexual que se constituye como atractivo mutuo y fuente permanente de mutua satisfacción.
El fin personal a la felicidad está ligado al fin social. La construcción de la paz social se sigue de la justicia, y ésta no se constituye como resultado de la represión de los actos violentos sino del esfuerzo de los ciudadanos por ajustar sus vidas al mutuo respeto.
El feminismo más eficaz y el verdadero servicio a la sociedad será aquel que contribuya a la explicitación de los derechos de la mujer en un plano de igualdad al del varón y al tiempo contribuya a una revolución cultural que siente las bases para el mejor entendimiento entre personas de distinto sexo, mediante el desarrollo de valores que proyecten la relación como un espacio de colaboración desde la confluencia de las respectivas libertades.
La inestabilidad de género tiene una gran repercusión sobre la sicología personal y cobre la convivencia social. La exteriorización de la violencia es la radiografía de un mal latente cuyos gérmenes han de ser tratados con conductas educativas apropiadas. Más que sus efectos inmediatos la rectificación de las  apreciaciones sociales servirán para construir un futuro de convivencia entre géneros más justo y tolerante.