PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 15                                                                                                      JULIO-AGOSTO  2004
página 4
 
 

PINTURA

 
Una necesidad histórica del hombre ha sido la representación de la realidad que contemplaba, y para ello se ha valido de distintas técnicas, como el dibujo, la escultura, la pintura, el grabado, etc.
Aún antes de lo que llamamos historia existen representaciones pictóricas en cuevas que nos prestan vestigios tanto de los hábitos del hombre como de su expresividad artística.
El dibujo y la pintura han sido quizá las técnicas más comunes de representación por la fácil disponibilidad de sencillos medios con que realizar esas realizaciones.
La necesidad de expresividad de la representación de la naturaleza humana parece confirmada en la tendencia natural de los niños al dibujo. Disponiendo de cualquier instrumento que sirva para hacer un trazo impreso, lo normal es la satisfacción de dejar la marca de lo propio o la interpretación de la realidad según motiva nuestra sensibilidad.
Una de las singularidades de la pintura es la posibilidad de la ejercitación  autodidacta y una prestación, su lenguaje universal.  Con todo es muy importante distinguir lo que la pintura aporta de expresividad a lo que es de creatividad. Tan sólo cuando la técnica es asumida por una mente creativa, la idea se manifiesta con categoría de arte.
La diferencia entre la pintura y otras sofisticadas técnicas de representación es la simplicidad del elemento de composición: una masa de color. La esencia de la pintura se reduce a la acertada combinación del color para figurar y sugerir las formas, el espacio, los sentimientos. La ambición de la pintura como arte se sustenta en ser capaz de representar el universo exterior e interior del hombre como un lenguaje de autoafirmación, de motivación y de diálogo cultural.
Sólo con color se puede ser capaz de transmitir emociones, reproducir lo sugerente de una mirada, la intención contenida en el gesto, la percepción del desapercibido espacio, los afectos de la naturaleza, la ansiedad, la más radical sensualidad, el sosiego, la contundencia de una pasión, la paz...
Quizá la pintura, como arte de representación, nada puede aportar a la configuración de un mundo futuro mejor. Su carga testifical es la esencia de su contribución social. La pintura es por ello, muy posiblemente, un arte histórico. La evolución de la luz, el color y la complejidad de las formas expresan el sentimiento íntimo de un pueblo en sus circunstancias sociales.
Como arte la simplicidad de la pintura se ajusta a las determinaciones culturales generacionales de cualquier proceso histórico. El artista difícilmente escapa al influjo cultural de la época, y su interpretación de la técnica está sicológicamente condicionada por la tendencia del grupo social.
Las libertades combinatorias del color son tantas  como la misma naturaleza enseña, luego la restricción a la libertad de creación no proviene nunca de la propia técnica sino de la limitación personal del autor que no es capaz de ajustar el dominio de la percepción con el de la expresión. En el plano común de la realización, la dificultad suele provenir de la insuficiencia personal en deficiencia en la técnica de realización, pero en el ámbito del artista profesional, su mayor limitación la viene de la limitación para contemplar lo realmente sugerente de la vida. Las obras maestras de la historia corresponden a gestos geniales captados por el artista, o a toques de sensibilidad para quienes parecen tener una sensibilidad excepcional.
El límite a lo bello y a la perfección en la pintura no existe por parte de la técnica, precisamente por esa sencillez que consiste en la interpretación del color. Cuanto más universal en la materia, más posibilita su adecuación para la representación, por la posibilidad de identificar todo lo perceptible.
Quizá por eso sea la pintura la manifestación artística más extendida y arraigada en todas las culturas a través de los tiempos.