PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 16                                                                                                      SEPTIEMBRE-OCTUBRE  2004
página 4
 
 

TRIÁNGULO AMOROSO

 
La sociología se cuestiona si estructura natural del amor en el ámbito de la familia se desarrolla como una relación binaria o ternaria, de dos o tres partes, y si ambas opciones se oponen en su realización. La esencia de la relación binaria se plantea desde el principio de la prioridad por el que en una relación afectiva siempre existe una única dirección bipersonal que se impone sobre las demás. Así, la relación de paternidad, de maternidad se impondría sobre los afectos de la pareja, o viceversa. Incluso hay quien sostiene la vigencia de la relación de filiación sobre la matrimonial.
Profundizar en esta cuestión no es vanal si se tiene en cuenta que la naturaleza de la familia se sostienen sobre una relación de al menos tres miembros: padre, madre e hijos. El diagrama clásico de este triángulo de relaciones de amor sería:
 
 


Las relaciones de pareja y de filiación no se oponen directamente pues corresponden a planos direccionales distintos. Lo difícil está en establecer cuál de ellas es la prioritaria y cuál de ellas es secundaria, pues la diversidad de la personalidad se manifiesta de forma muy variable en la sociedad.
La estabilidad familiar se sostiene sobre un equilibrio de esas relaciones en las que se consiga la mayor igualdad entre las relaciones horizontales y verticales sin que unas anulen a las otras.
El diagrama relacional de la familia presentaría otra morfología si queremos estructurar de una forma más genuina las relaciones internas entre sus miembros.
La relación de pareja  supone de hecho una conjunción de afectos, entre los que destaca los de mutuo servicio, o amistad, y los de comunicación expresiva o carnales. Esta composición afectiva de las relaciones de pareja se fundamenta en la composición materia-espíritu del ser humano, con sus instintos de satisfacción sensibles y sus ámbitos de realización intelectivos.
Un diagrama del triángulo amoroso de la familia más ajustado a la esencia de sus sujetos tendría la siguiente apariencia:
 
 


En la pareja debe existir fundamentalmente una relación de amistad, que se fundamenta en la confianza y en el deseo de complacer y perfeccionar a la persona amada. El auténtico amor de pareja incluye el amor de amistad que supone la determinación de ayudar a la otra parte por ser quien es, sin la valoración de lo que se pueda recibir a cambio. El amor de amistad es el más alto grado del amor, y como tal se identifica que reside en el alma pues sigue a un primer movimiento intuitivo libre, propio de la forma de conocer de las sustancias incorpóreas. El intelecto y toda la esfera racional del hombre se implica en ese amor de amistad, con el ejercicio de las virtudes y valores, para la determinación de una vida en común. En todo amor de amistad una parte del yo se implica en construir un "nosotros".
La comunicación carnal es la consecuencia natural de la realización en la vida de la pareja de la pasión sexual. La relación carnal compromete el esfuerzo mutuo por ofrecer al otro miembro la estabilidad emocional que se deriva de una sexualidad satisfecha.
Estos dos aspectos están tan en dependencia que uno sin el otro deja la relación incompleta. Una gran amistad no configura un matrimonio, y una buena comunicación sexual no garantiza la buena convivencia. Existe tanta dependencia entre la amistad y la sexualidad como en la persona sus dos cosustancias se integran.
Pero para que exista familia es necesaria la proyección hacia los hijos. Ese tercer ángulo del triángulo amoroso se relaciona con el ámbito de amistad de los padres por la predeterminación que en sus planes vivenciales ocupan los hijos. La decisión de procrear debe ser siempre anterior en la mente de los padres a la de los actos carnales que la hacen efectiva. Por eso, entre las decisiones de amistad de la pareja se encuentra la común avenencia a una paternidad responsable que quiera los hijos antes de tenerlos.
La relación material entre la sexualidad y los hijos está tan marcada por la naturaleza que apenas se puede matizar sino que que la misma configura genéticamente a los nuevos descendientes y por ello no es una simpleza el que, dentro del marco de lo posible, los padres se empeñen en la higiene corporal que mantenga saludables sus cuerpos, tanto para evitar la transmisión de dependencias genéticas o contagios a los hijos como a la previsión de fuerzas para la crianza de los mismos.
Los hijos no sólo suponen una relación pasiva hacia los padres sino muy activa, por su influjo y la atención de sus necesidades.Por eso es necesario que su presencia no condicione ni menoscabe tanto las relaciones de amistad como las carnales. Los padres deben empeñarse en salvar este triángulo amoroso por el bien del futuro de la familia.