PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 17                                                                                                      NOVIEMBRE-DICIEMBRE  2004
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VERDAD APLICADA


El objeto de la búsqueda de la verdad que pretende la filosofía podría quedar disipado si no se atiende a acotar al ámbito de posibilidad de dominio sobre lo que la verdad como absoluto trasciende para poder reducir el contenido de todos los conceptos, proposiciones y juicios. Pero el principal escollo lo encuentra la filosofía en conseguir una definición rotunda de verdad como entidad. A lo largo de los siglos, con más o menos acierto, las diferentes escuelas filosóficas han difinido la verdad sin que ninguna de ella haya sido tan concluyente como para no ser cuestionada desde otras premisas discursivas.
Para la cultura hebrea el significado de verdad se encuentra determinado por el concepto de fidelidad. Es verdadero lo que radicalmente permanece invariable en el juicio. De ahí que la verdad suprema se adecue a la permanente e inalterable voluntad divina, cuya manifestación es plenamente fidedigna a su esencia.
En la filosofía clásica griega, la verdad se define en función de la permanencia, de la realidad; lo estable, lo peremne identificaría la verdad; lo pasajero, lo delegnable correspondería a la apariencia, pues su contingencia sería signo de la irrelevancia de su entidad. Aristóteles aporta la llamada definición semántica de la verdad, como una propiedad de ciertos enunciados.
En la primitiva filosofía cristiana, la definición de verdad que desde su visión platónica ofrece San Agustín consiste en identificar la verdad con la esencia divina. Dios es la única y perfecta verdad.
La escolástica viene a concebir la verdad en función de la conformidad o conveniencia del ente con la mente. La verdad sólo se realizaría cuando el concepto mental se identifica con la realidad que corresponde a cada ente. Como puede apreciarse sigue el esquema de la filosofía griega de valorar la verdad según criterios de realidad.
La concepción que el idealismo predica de la verdad no puede ser otra que aquella que corresponde a la lógica interna del pensamiento, de este modo la verdad estará ligada a las ideas claras y a la ausencia de confusión en el juicio. La verdad no corresponderá a una cualidad entitativa de la realidad material, sino a la lógica mental de la percepción, un valor subjetivo. En este plantealiento idealista Hegel caracteriza a la verdad como la coherencia de pensamiento.
El existencialismo valorará la verdad como el descubriento de la existencia que se vive. La verdad estará en dependecia con la libertad individual.
En el naturalismo de Nietzsche la verdad se identificará con lo que conserva la especie.
Para la filosofía pragmática de la actualidad la verdad se identifica con la utilidad.
Esta diversidad del pensamiento filosófico podría provocar en el pensador contemporáneo una reticencia a buscar los contenidos de verdad de las proposiciones por la intrínseca posibilidad de errar en el juicio que de la misma verdad se aplica para reducir los contenidos desde una posición filosófica o esencial. Si la categoría de la verdad en sí se haya sujeta a contradicción, ¿cómo se ha de poder aseverar sobre la verdad de un juicio?
La confianza que precisa el pensador de nuestros días es quizá la garantía de un método. Como Descartes en su tiempo, el hombre contemporáneo no se basta hoy con la seguridad intelectual que procede del análisis más riguroso, ni de la síntesis del empirismo más minucioso, porque tanto la inconsistencia de los argumentos, como la  realidad de los acontecimientos, se sugieren como el gran fracaso de la verdad en la justificación de cualquiera de las ideologías que se le ofrecen como alimento intelectual.
La experiencia de los ideales que construyen su discurso sobre la premisa del dictado de una verdad definida cono esencial, sistematizadora de la metolodogía de diagnosis interna de las determinaciones más variadas de la realidad, se ha constituido en la referencia más próxima de la intransigencia social. Desde el personalismo de los líderes, se pretende soslayar la aventura de la crítica racional que constituye la esencia de lo que el humanismo ha desarrollado como el valor supremo de la realización personal.
Desbloquear el juicio para verificar las condiciones de verdad de las proposiciones supone quizá el esfuerzo de analizar la realidad desde sus juicios más elementales y en ellos comprobar cómo se ajusta la verdad según que y como se ha identificado a lo largo de la historia del pensamiento filosófico. El método será más perfecto y ofrecerá mayor seguridad en tanto la verificación de los contenidos de verdad respondan afirmativamente a más filtros de la concepción de verdad definida en las distintas escuelas de la historia.
Lo mismo que la realidad se encuentra aplicada en infinitos diversos actos, todos ellos importantes para alquien según su trascendencia, la filosofía no puede renunciar a contemplar las esencias según se verifican en la realidad desde las interacciones más simples que se presentan en las relaciones humanas. En la aplicación de la valoración de los contenidos de verdad, además de a las definiciones ideológicas, al tratamiento de las situaciones concretas que se suceden cada día en la sociedad se encuentra el secreto de formar un juicio equilibrado que no sigue la inercia de los modelos propagandísticos ni la cortedad de miras de quien sólo evalúa la utilidad de los acontecimientos.
Elevar la trascendencia del juicio es quizá lo que más requiere el pensamiento humano en la actualidad. Frente a quienes predican la verdad de los principios es necesario verificar el valor de las aplicaciones concretas respecto a las más exigentes nociones de verdad. No basta que se cumpla la verdad lógica o una verdad ontológica, cada vez es más necesario para garantizar la proximidad a la verdad  que las proposiciones juzgadas respeten las condiciones de verdad lógicas, ontológicas, semánticas, esistenciales o de respeto a la libertad, de naturaleza, de coherencia interna, trascendental. Cuando se vulnera alguna concepción de la verdad, muy posiblemente se vulnera la verdad, y se hace preciso una revisión que modifique en algo la propuesta para un mejor ajuste a la verdad.
La pasión por la verdad de la filosofía hace de esta ciencia uno de los mejores recursos para mirar con esperanza la posibilidad de construir un mundo más humano. Quizá lo que quede es el compromiso por la verdad de los filósofos, y bajar hasta la arena para estudiar con criterio lo que realmente allí sucede.