PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 21                                                                                            JULIO - AGOSTO  2005
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 EL LÍMITE DE LA INTELIGENCIA

 
Desde los más remotos siglos el hombre ha anhelado tener un saber absoluto capaz de interpretar la universalidad de la existencia. Su ciencia se formó mediante la sistematización del descubrimiento de los fenómenos naturales. Su técnica aplicó los progresos científicos en transformaciones prácticas de la materia. Así, el progreso de la ciencia y de  la técnica que consolida el proyecto de conocer la totalidad del universo se convierte para el hombre en una mera función temporal de su esfuerzo.
Todo lo que se pueda predicar científicamente del universo es una cifra finita, si consideramos el mismo plenamente constituido, aunque en constante movimiento espacial. En la medida que el conocimiento humano progresa, por más que aparentemente le pueda parecer que cada vez le queda más por descifrar, lo objetivo es apreciar cómo se va progresando en consumir la finitud del saber universal. Cada vez el hombre está más próximo a desentrañar la totalidad de las relaciones inherentes a la materia, por más que su pesimismo le recuerde que se encuentra muy el comienzo de tan audaz tarea.
La ciencia progresa en una doble dirección: Hacia lo más pequeño, en la investigación atómica, y hacia  lo más extenso, en la investigación espacial. De la prospección simultánea y continua en ambos sentidos se debe esperar llegar a alcanzar un marco que se ensanche en progresión exponencial. Desde este punto de vista la inteligencia humana podría ser considerada ilimitada, si entendemos esa no-limitación a que cualquier relación de la naturaleza, en cuanto material y por tanto finita, puede someterse a su comprensión.
El escollo a esa pretensión de una inteligencia ilimitada surgió cuando alguien se preguntó si la inteligencia humana es capaz de comprenderse a sí misma.
En la aplicación de la inteligencia al conocimiento de la ciencia concurren dos factores:
  1. La percepción de la realidad hasta sus mínimos detalles.
  2. La interpretación de las ideas mentales elaboradas.
La consideración de la causalidad que establece como relación mental la  causa y el efecto es un acto creativo distinto en sí a la propia transformación natural. Ha sido necesario que la inteligencia cree el concepto de relación para que la realidad mental ordene las ideas según una función de causalidad. Con este ejemplo tan sencillo se aprecia que la inteligencia humana en su creatividad subjetiva se constituye como una potencia ilimitada sobre un limitado saber, porque aunque se conocieran todas las realidades universales con un explicación lógica para la mente humana, siempre quedaría por conocer bajo que otros aspectos de la creatividad intelectual esas realidades contienen formalizaciones del saber no escudriñadas.
Aunque el conocimiento científico del mundo es limitado, su aplicación técnica es ilimitada. Si cabría pensar que la inteligencia humana como capacidad de reducir a leyes la ciencia universal sería finita, como lo son las relaciones posibles de darse entre la materia, en cambio habría que considerar infinita la inteligencia porque con un número limitado de leyes podría llegar a establecer una ilimitada sucesión de técnicas de aplicación de la materia para su beneficio.
Esa no-limitación de la inteligencia es lo  que la concibe como una especie natural peculiar y privilegiada. En cuanto que su creatividad es personal, el mundo interior de cada persona es irreductible para las demás inteligencias, lo que de alguna manera concluye que la inteligencia ilimitada no es infinita en el sentido de que pudiera abarcar el todo, pues siempre quedaría al margen de su saber la interioridad de las demás inteligencias y muy posiblemente la constitución propia de la misma inteligencia que la hace capaz de poseer intuiciones creativas.