PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 24                                                                                            ENERO - FEBRERO  2006
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 LA DEUDA CON ÁFRICA

 
Está de moda hablar de deuda sólo en su dimensión económica, como si fuera el dinero el único factor relevante de la sociedad. La deuda enfrenta a los pueblos ricos y pobres, y se utiliza como arma de dominio y con actitud de conmiseración. Existen, no obstante, otras otras muchas formas de deudas en las relaciones sociales, desde las de filiación a sus progenitores hasta todas las debidas a quien se esfuerza con su trabajo en prestar un servicio a los demás.
En su esencia, la deuda es una determinación ética por la que una parte queda obligada respecto a un bien dispensado por la otra parte. La deuda nace de que toda relación debe tender al equilibrio y, por tanto, por un bien recibido se debe resarcir con otro bien equivalente, lo que se consigue mediante un trueque o moneda de medida de cambio. Cuando no es posible retribuir el bien recibido, una parte queda desfavorecida en la relación, y se dice que la otra adquiere la deuda o compromiso de realizar una contraprestación en el tiempo.
Al ampliar la perspectiva de las relaciones sociales en la historia, se puede contemplar como muchas relaciones de dominio han generado deudas por no haber dotado a la parte dominada de la mínima retribución que pudiera haber justificado el equilibrio de la relación. Entre estas situaciones se encuentra la práctica de la esclavitud de las potencias coloniales occidentales sobre África: Millones de africanos sufrieron el vergonzoso trance de la esclavitud sin que las potencias lacerantes hayan compensado con el beneficio de su trabajo manual la deuda histórica contraída por su actitud.
El lenguaje económico que las potencias imponen en el concierto mundial sólo reconoce las deudas vivas generadas en el inmediato anterior episodio de las relaciones internacionales, pero la conciencia ética no puede obviar que para que las potencias se forjaran así lo hicieron en muchas de sus acciones sobre relaciones injustas en que la otra parte, además de ser desprovistas de sus fundamentales derechos humanos, no fue como colectividad reconocida en su derecho a ser resarcida al menos de modo proporcional al bien que producido para la sociedad dominante. Olvidar, por tanto, la consideración de estas deudas históricas es desfigurar la realidad ética cuando se pretende hacer balance de las deudas entre pueblos y estados.
A la hora de saldar y cancelar deudas habría que sopesar si en esa aparente generosidad de los países más industrializados condonando deudas a los países africanos más pobres no se está resarciendo, por el contrario, una deuda contraída durante siglos con África.
Es Occidente quien está en deuda con el África a quien durante siglos a sable y pólvora secuestró y deportó millones de personas para esclavizarlas en su servicio. Deuda que en su esencia moral nunca podrá ser sufragada, pero que en su dimensión material aún permanece pendiente de compensación y saldo.