PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 25                                                                                           MARZO - ABRIL  2006
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 CREAR HOGAR

 
La estabilidad de una institución secular como es la familia depende mucho más de factores internos que externos. Puesto que su naturaleza dimana de la realidad misma de las relaciones paterno filiales se ha desarrollado de modo similar en todas las civilizaciones y culturas, aunque, por la necesaria adaptación al medio, las formas que adopta van variando al compás de los tiempos. Esa capacidad de adaptación de la institución familiar a las circunstancias de vida es lo que la ha hecho perenne, porque de alguna manera la institución se hace nueva en cada nueva generación, que la configura según el modo de ser de los nuevos padres, lo que la hace estar perfectamente integrada en la sociedad.
La familia como institución se reproduce cada vez que alguien decide procrear y cuidar hijos -porque la esencia de la familia es la relación filial- y en ello se distingue de otros tipos de unión o asociación de convivencia. Esa relación presenta caracteres propios, unos que dimanan de su íntima naturaleza, como la vinculación de los lazos de sangre y la realización en el hijo; otros se heredan por la tradición, como el uso de las costumbres de educación; y otros se crean según el proyecto personal de la pareja. Todos tienen en común la exigencia de una responsabilidad, ya que llevarlos a buen término es consecuencia del interés y esfuerzo que en ello se empeñe.
Uno de esos caracteres peculiares de la familia es el de constituir una unidad de convivencia y relación tan continuada que depara para los partícipes lo mejor y lo peor: La felicidad o el hastío, con todos los grados intermedios y sus etapas de alternativa entre uno y otro. De los factores que facilitan la convivencia y la satisfacción se puede reseñar por su importancia el crear un entorno agradable, tanto en lo material como en lo psíquico, y ello es lo que realmente podemos llamar hogar.
Un entorno físico agradable es el que anima a estar en él, y salvando la disponibilidad de los medios materiales, que en muchos casos influye determinantemente, en gran manera ese deseo de permanecer en el hogar proviene de haber edificado el refugio acertado en el que la disposición de los enseres y medios son adecuados y reúnen las condiciones de identificación con los gustos de los moradores. No es tanta la riqueza que se puede poseer como la adaptación con buen gusto del entorno lo que satisface, la limpieza y el orden lo que prestan serenidad. ¡Cuántos entrañables enseres carecen de todo valor distinto del afectivo! Por eso el ambiente de hogar es personal y no genéríco.
Un entorno psíquico aceptable es también uno de los constituyentes del hogar. En lo que más descansa el espíritu es en la no contradicción. La coherencia entre lo que se tiene por ideal y la realidad que a cada uno le rodea fundamenta la estabilidad psíquica. Por eso la convivencia exige el esfuerzo mutuo de crear una atmósfera propicia a la manera de como entiende la vida cada uno de los miembros de la familia. Esa flexibilización de lo propio hacia lo convergente no supone una merma de la personalidad, sino un acto de razón adecuado para potenciar el ejercicio de la misma, ya que del reiterado enfrentamiento es de donde realmente se sigue un agotamiento psíquico que termina por trastornar la personalidad.
Cuando un hombre, una mujer, los hijos no encuentran apetecible estar en casa es que el entorno del hogar se ha malogrado, y en cuanto que más se busca otros ambientes para recrear el ánimo más se abandona el esfuerzo para construir hogar, y así el deterioro se hace cada vez más progresivo.
Crear hogar, como casi todo lo que el hombre se empeña en construir, exige esfuerzo y constancia, siendo lo más esencial tener idea clara de lo que se quiere lograr, porque sólo cuando se valora el objetivo se allegan los medios precisos para lograrlo. Como otras muchas cosas, la imagen reconfortable del hogar sólo cuando llega a ser realidad se aprecia en toda su dimensión, pero en muchos casos en la memoria permanece el modelo ideal vivido en la casa paterna.