PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 27                                                                                           JULIO - AGOSTO  2006
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LA EXPRESIÓN DEL TÍMIDO

 
La timidez se corresponde con un adolecer de la personalidad en la naturaleza de las relaciones con el entorno. Se origina por la diferenciada interpretación de una realidad exterior supravalorada y una realidad interior infravalorada que se siguen de una percepción mental excesivamente condicionada por la subjetividad.
Una gran parte de la influencia negativa que la sociedad irradia para la proliferación de conductas de timidez proviene de la falsa imagen ejemplar por la que la sociedad se manifiesta según un orden de valores muy superiores a los que realmente le corresponden, originando que la autoestima se derrumbe por la relación mental entre la evaluación de las propias potencias personales y lo que la sociedad publicita como modélico. Se crea una regla subjetiva de prevención, por la que la persona tímida se enfrenta a cualquier relación interpersonal con un handicap de confianza.
Cuánto el marco de las relaciones sociales es más sencillo, la naturaleza de las mismas se imponen y la perspectiva sicológica es mucho más real. Ello lleva a que la timidez se presente con menos virulenci, porque el abismo de la percepción sicológica entre la propia capacidad y el mundo exterior es superable. Sin embargo, cuándo los modelos estéticos presentados como objetivos comunes no corresponden más que a una realidad elitista o idearia ¿quién no se sentirá desplazado hasta verificar lo que de real en ello hay?
El sujeto de la personalidad, el yo, es el que ha de afrontar las necesarias relaciones sociales que le permitan su desarrollo y supervivencia, y el tímido, consecuentemente, procura que el yo pase lo más desapercibido posible como protagonista de la relación, para lo cual tiende a establecer un complejo artificio mental que le permita participar en la vida social de modo que su creatividad trascienda al tiempo que su persona quede poco comprometida. Sólo cuando su obra haya adquirido el reconocimiento externo el yo se considerará autorizado para emerger como protagonista en el marco social. La timidez no comporta ninguna merma mental o intelectual, sino un posicionamiento subjetivo frente a la relación, y por ello la capacidad creativa, sea en el campo científico, técnico o artístico, es plena y positivamente difusiva, lo que precisa de que la expresividad para comunicarse con la sociedad sea una necesidad que el tímido encauza escondiendo su yo en el valor expresivo de la obra misma.
Para el tímido la percepción de juicio externo sobre su persona adquiere una importancia desproporcionada, por ello su personalidad presenta la característica de intentar actuar tras una protección que le sirva de coraza. Algunas veces es el amparo permanente de un amigo donde se encuentra apoyo para la personalidad, otras, refugiarse bajo el anonimato, lo que permite trascender en el obrar sin tener que padecer el rigor de la   crítica. La distinción entre el juicio que se pueda provocar sobre lo que se es y lo que se obra acostumbra a los tímidos a buscar recursos de expresividad con los que se vean recompensados sin que su forma de ser pueda ser objeto de juicio. Un uniforme, un hábito, un cargo, consiguen a veces operar el milagro de la doble actitud ante la vida, según se obre cubierto por la autoridad de una función, o se haga mostrando su plena identidad.
Un recurso de expresividad muy socorrido para los tímidos es el del arte. A través de él la fuerza creativa se plasma en una obra que adquiere personalidad propia y configura un autor-sujeto que no precisa exteriorizar la vida particular. El propio ser personal queda traspasado por el autor material que recibe el juicio de la obra por lo que hace y no por lo que es. Esto hace posible que personas muy tímidas, a quienes les cuesta la vida de relación interpersonal, no presenten ningun inconveniente para actuar ante un numeroso grupo de espectadores. Muchos tímidos logran sus mayores recompensas profesionales como intérpretes de cine o teatro, o a través de la danza, porque consiguen que en el plató o en el escenario se juzgue el papel y al personaje que interpretan, y no a su ser.