PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 3                                                                                                   AGOSTO-SEPTIEMBRE 2002
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MATERIALISMO Y DETERMINISMO HISTÓRICO


La crítica marxista a la construcción libre de la realidad social por el hombre se resuelve en la necesidad de un orden de estructura naturista que se realiza ineludiblemente en la historia. De acuerdo a esta tesis, cada persona se adhiere o revela contra un proceso de construcción que se realiza con su concurso material - lo que es, sólo materia organizada - mientras la libertad se concibe como la conciencia de la vinculación activa a ese devenir histórico.
El materialismo histórico, quicio de la concepción social en la filosofía de Marx, se contrapone a la concepción ontológica que configura a la sociedad como el resultado de la adición de actos libres de las personas que la constituyen.
Si en el materialismo histórico el proceso es necesario, cósmico, la consecuencia inmediata es la escasa trascendencia del hombre en la construcción de su propio destino. Dado que el proceso es invariable, la opción posible para el hombre es insertarse voluntariamente en ese proceso o desvincularse y constituirse un elemento ahistórico y por tanto socialmente marginal.
No es mi intención en este artículo proceder a abundar en la crítica a las tesis idealistas de la filosofía marxista, sino apuntar como de estas tesis se deriva la negación de la responsabilidad personal en la real configuración social. Si el proceso de construcción de la sociedad es una secuencia lineal evolutiva hacia un fin predeterminado, se supone que los actos del hombre no intervienen decisivamente en su construcción. Si el fin del proceso es unívoco, con independencia del acto humano, la responsabilidad del mismo no será sino accidental y no trascendente.
Conceder así una determinación material a la proyección histórica de la construcción social conduce a negar la responsabilidad directa de cada uno de los actos de los sujetos con que se construye la realidad de la vida social.
El cuerpo de doctrina del liberalismo, vertiente opuesta en el pensamiento del siglo XX, aunque velada en su exposición, pragmáticamente se ha revelado en su concepto de la construcción social lleno de paradojas.
La defensa de la libertad individual parecía suponer que necesariamente constituiría, por criterios de simple adicción, el reflejo de la máxima responsabilidad en la configuración de la sociedad. El problema se plantea cuando la defensa del individualismo llega a suponer la restricción de los actos globales sobre la base de la concepción de los mismos como la imposible adicción de elementos heterogéneos. Los actos de cada individuo son tan privativos que los actos sociales no corresponden a la suma del conjunto de las voluntades individuales que los determinan, sino que la esfera de lo individual termina en el bien propio alcanzado. Visto desde este punto de vista, cada hombre busca el bien propio, y su aportación al bien común sólo lo es en la medida que el engranaje colectivo le pueda repercutir sobre el bien particular buscado.
La responsabilidad en la estructura social queda limitada a la conciencia de amplitud del entorno individual. Sólo en la medida que subjetivamente cada persona conciba un determinado entorno social como formante constitutivo de su individualidad, demarcará los límites de su responsabilidad.
Si cada hombre no es responsable social de la construcción de la historia, la única respuesta que desde el liberalismo puede concebirse es el determinismo histórico. Las cosas son como son, pasan porque pasan, no es necesario interrogarse sobre lo que cada individuo no tiene a su alcance gobernar. El azar, el destino, la suerte, marcan las condicionantes vitales de cada persona, como la historia determina los parámetros de cada pueblo.
El progreso corresponderá al marco alcanzado por cada grupo, sin que éste alcance la responsabilidad de participar en él a otros colectivos fuera de aquello en que pudiera favorecer su propio interés.
Liberalismo y marxismo construyen de la lectura de la historia dos tesis opuestas, que en su oposición llegan a coincidir en desvincular de cada hombre la responsabilidad que de su obrar se deriva en la construcción del orden social.