PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 3                                                                                                    AGOSTO-SEPTIEMBRE 2002
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SILENCIO CREADOR
 
En el término crear se pueden considerar dos acepciones metafísicas: 1ª Producir un ente desde y por la propia naturaleza; 2ª Producir un ente desde y por las relaciones de la propia naturaleza. La primera acepción se atribuye a Dios, como único ser subsistente a cualquier relación, mientras que la acepción segunda es aplicable al resto de los seres que en virtud de una relación al primer ser, o a cualquiera de los demás seres existentes, produce un nuevo ser.
La creación posible al hombre estará determinada por la misma naturaleza relacional, o sea en el ámbito de su existencia. Su cosustancia material le determina en un proceso lineal de evolución en el que ninguna creación es posible fuera de la propia transformación de la materia. Si la materia desde su más radical naturaleza ni se crea ni se destruye, no se puede conceder al hombre dominio creacional sobre la raíz o ley intrínseca a la sustancia material que le conforma o con la que se relaciona. La posibilidad de su acción creacional habría que atribuirla al formante no material, a la cosustancia espiritual, a aquella no afectada por la ley de la sola trasformación de la materia.
Pero ¿es posible al hombre la creatividad? En su relación al mundo material que configura una dimensión relacional primaria en el hombre, es posible la trasformación de la materia mediante su secuencia evolutiva, lineal en el tiempo, pero también esa trasformación, hemos podido conocer, como puede ser modelada, acelerada, a modo de la acción de un catalizador, para permitir su utilización en servicio a un fin predeterminado. El conocimiento de esa capacidad trasformadora determinante sobre la espontánea está en la base de la cualidad creativa. Un acto intelectual de reflexión sobre la relación hombre-mundo exterior.
Estos actos de reflexión intelectual sobre las relaciones que inhieren en el hombre se configuran como un hábito de su naturaleza; solamente en la contemplación del mundo que le rodea el hombre encuentra argumentos para pensar. La inquietud intelectual no sólo le hace admirar qué es el mundo exterior, cuál se estructura y el fundamento de sus relaciones, sino que esa misma inquietud le mueve a considerar una estructuración ideal en la cual realizar sus proyectos. Este pensamiento ya es creativo. La imagen de lo que sin ser puede llegar a ser está en la base de todo progreso técnico o científico.
La creatividad está en conferir nuevas formas para la determinación de la única materia. Cada nueva forma exige un proceso intelectual de observación, distinción, conformación, determinación, que se produce por la capacidad de reflexión sobre los conocimientos procesados por la mente. Esta construcción interior de todo proyecto intelectual requiere una concentración para progresar en la generación de la idea. Este ambiente se propicia especialmente con el silencio. La necesidad de diferenciar lo esencial de lo superfluo, lo útil de lo banal, lo trascendente de lo coyuntural, requiere un hábito que no se consigue sino en la contemplación íntima del proceso mental.
De igual modo que en cualquier proceso de comunicación los elementos extraños pueden perturbar la transmisión de un mensaje, el ruido dificulta la reflexión interna que es de naturaleza similar a los actos comunicativos. Ese diálogo en la mente interrelacional de imágenes que generan las ideas realmente creativas, lento y progresivo, requiere el blindaje de toda extorsión.
Ser humanos es ser creativos, por ello no es extraño que en la historia las civilizaciones hayan propiciado el retiro para el desarrollo de la mente y la especulación. En la civilización actual, cuando parece no quedar tiempo ni espacio para la contemplación, quizá sea más necesario que nunca unos mínimos ámbitos de silencio para que el hombre pueda seguir siendo creador.