PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 35                                                                                          NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2007
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MORALIDAD FISCAL


Vivir en sociedad implica una comunicación continua de esfuerzos de unos para otros, que sustituyen a los mayores trabajos que llevaría la vida en soledad. Ese dar para recibir que constituye la base del sistema comunitario exige una mirada más profunda que la corta y superficial percepción del interés inmediato. La comunicación de bienes que reporta vivir en sociedad -al tenerla tan asumida- no la valoramos en lo que debiéramos, y con frecuencia consideramos que todos los beneficios que el bienestar social nos logra son expontáneos, olvidando que todos ellos son producto del concierto logrado para el común progreso.
Una forma de canalizar la comunicación de esfuerzos dentro de la sociedad se concreta a través de los impuestos y tasas con los que los ciudadanos aportamos una parte de la propia renta para financiar los servicios comunes con que colectivamente nos dotamos.
La vinculación moral que para los ciudadanos establecen los impuestos es previa a cómo estos se administran, ya que nacen de la naturaleza misma de la vida en sociedad y su exigencia imperativa a la conciencia no puede evadirse salvo que en la misma proporción se estimase la desvinculación hacia el grupo social. La política administra los impuestos, pero la causa natural de los mismos radica en la cooperación social, lo que en el ámbito moral se sitúa muy por encima de las coyunturas políticas que puedan afectar a la sociedad.
Asumir responsablemente o evadir frívolamente la función social de los impuestos define no sólo la conciencia ciudadana de cada persona, sino su más profunda raíz solidaria, porque quien defrauda roba a sus conciudadanos parte de lo que en justicia les pertenece. Si el interés propio ciega la solidaridad, en el fondo se está negando la naturaleza sociable de la persona, y quien así obra deberíasele condenar a vivir la miseria que genera la vida en soledad.
A quienes argumentan el desacuerdo en las formas impositivas y de reparto de lo allegado en común para desentenderse de esta obligación moral, se les debería hacer recapacitar en que la construcción de un sistema social justo se articula desde la participación ciudadana, en la que cada cual expone, apoya o busca refrendos al cómo llevar a término la política comunitaria. La desigual perspectiva que se puede tener del ejercicio de la solidaridad no absuelve del compromiso que impone la misma sobre la conciencia, y que en cada comunidad se concreta en lo que en cada momento dictan las leyes.