PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 36                                                                                          ENERO - FEBRERO  2008
página 5
 

ORDEN


Se escribe mucho de la solidaridad para con los desafortunados de nuestros barrios periféricos, o con los que residen en pueblos perdidos de la selva, o para gente de lugares muy lejanos, pero también la solidaridad se puede ejercer con quienes nos rodean y precisan de nosotros un comportamiento adecuado. No hablo de un alarde de generosidad que se nos reclame, sino tan sólo en que mantengamos un comportamiento lógico con el que no dificultemos la vida de quienes comparten su existencia cerca de nosotros.
Una de esas actitudes que calladamente se nos reclama a cada uno es el orden que no altere la vida de los demás. Muchas personas no disponen de la vitalidad que pasa sobre cualquier contratiempo, sino que se ven muy afectadas ante cualquier dificultad, y nuestro compromiso debe ser no propiciar esas situaciones. Muy especialmente afectados por el desorden están las personas mayores, los niños y quienes sufren alguna discapacidad que deben suplir centrando todos sus esfuerzos en esa tarea.
Los niños, porque aún no regulan el pleno control de su dominio sensitivo y porque están en fase de su estructuración mental, precisan recibir percepciones nítidas de su entorno que no enturbien su proceso cognitivo. En la corta edad se es muy frágil, y lo que más despista la consolidación de las ideas que se van formando es la confusión proveniente del desorden que quebrante hoy lo que ayer se había asimilado. Este cuidado puede parecer fastidioso porque cuidar el entorno del orden de los niños sólo se logra estructurando el orden de la vida de quienes les cuidan, por lo que el esfuerzo para ser así se sigue del compromiso de solidaridad.
Cuando se alcanza la tercera edad, cuando se ha visto disminuir la agilidad mental, se necesita de un orden que supla esa carencia, y como esas personas se encuentran plenamente integradas en la sociedad requieren -sin pedirlo a voces- que el entorno favorezca el ejercicio de sus actividades no poniendo trabas que dificulten el razonamiento y la movilidad. Al debilitarse la memoria, el orden ayuda ayuda a suplir su cometido, y en la convivencia se debe fomentar esa disponibilidad.
Solidarizarse con los mayores, niños y discapacitados debería llevar a pensar si con nuestras actitudes no estorbamos el orden que ellos luchan por establecer en su entorno para facilitarse la vida. Desde no invadir con los carros los pasos de peatones, a no tirar residuos sobre los paseos; ajustar los ruidos que generamos a las horas de descanso de los prójimos; conducir sin exasperar a los que por sus limitaciones han de ir más lentos; ceder la preferencia del paso; mantener las cosas en su sitio en el hogar; cuidar la puntualidad para no favorecer la ansiedad; no fumar ante los chicos... Se podrían apuntar tantas y tantas ocasiones en que ayudar guardando el orden es un buen servicio, pero las más importantes son las que cada uno debe descubrir para favorecer la vida de los que conviviendo con nosotros quizá no gocen de la autoridad para demandárnoslas.
Es esta una solidaridad que está al alcance de todos, aunque muchos aún no han percibido el interés social de esforzarse en aplicarla.