PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 36                                                                                          ENERO - FEBRERO  2008
página 6
 

DIMENSIÓN SUBJETIVA DEL RESPETO


El respeto como virtud presenta dos vertientes desde las cuales puede ser considerado: Una de ellas es la que se sigue objetivamente del reconocimiento de consideración que se da universalmente a personas que por sus méritos o cualidades se les considera merecedoras de esa deferencia. Otra de ellas es subjetiva, y representa la perspectiva personal de relación de cada uno con el entorno.
Sobre la primera vale la pena trasladar a esta página la reflexión que Immanuel Kant incluye en su Crítica de la razón pura, ya que expone nítidamente la consideración objetiva del respeto: "Ante un hombre corriente en el cual advierto una integridad de carácter superior a la mía propia se inclina mi espíritu, al margen de que yo quiera o no hacerlo y por muy alta que lleve la cabeza para hacerle notar mi rango. ¿Por qué? Su ejemplo me muestra una ley que aniquila mi vanidad, cuando cotejo mi conducta con esa ley cuyo seguimiento y viabilidad veo ante mí demostrados por los hechos. E incluso cuando mi consciencia me imputase un grado similar de probidad, aquel respeto hacia esa persona ejemplar permanecería intacto. Pues, como en el ser humano todo cuanto es bueno resulta siempre defectuoso, la ley anula siempre mi orgullo mediante un ejemplo evidenciado y el hombre que veo ante mí, al resultarme bastante más desconocidos sus posibles defectos que los míos propios, se me aparece bajo un luz más pura y me proporciona una medida. El respeto es un tributo que no podemos negar al mérito, queramos o no; y por mucho que gustemos de reprimir su exteriorización, lo cierto es que no podemos evitar el sentirlo dentro de nuestro fuero interno". (Crítica de la razón pura. Traducción de Roberto R. Aramayo. Pag 168).
En la perspectiva de aplicación subjetiva, el ámbito del respeto va unido a la propia personalidad y a la consideración de la relación con las demás personas y objetos del entorno. Se tratará con mayor o menor respeto a los demás no sólo por lo que sus méritos merecen, sino por el  valor que se asigna a los mismos. Cada cual tiene un baremo subjetivo que se deriva de dos principios: El valor intrínseco de lo ajeno, y el valor relativo de lo externo. Por el primero, según sea el aprecio que inspiran en sí las personas o cosas ajenas, así será el respeto que se les dispensará. El segundo es el resultado de una comparativa, de la que a lo que se considera superior a lo propio se le concede un trato de admiración o emulación, mientras que a lo que se considera inferior se desestima; lo que influye positiva o negativamente en la conformación de los valores dignos de respeto.
En el trato entre personas será fundamental para el ejercicio del respeto el valor que por sí se concede al ser humano, cuya realización se materializa en cada persona individual con independencia de sus circunstancias. Esa consideración propia determina en mucho todo el ámbito de la interpretación subjetiva del respeto, ya que si a cada persona se la aprecia en lo que es, merecerá  todo el respeto de una criatura que está en la cúspide de los objetos universales: porque es un ser vivo, inteligente y libre. Lo que perturba esa consideración, que debería radicar en lo esencial de toda personalidad, es el subjetivismo de grado que, marginando lo que cada persona es por esencia, se fija en el valor relativo entre la persona ajena y el propio sujeto, y, dado que cada cual tiende a considerarse en demasía, relativiza el respeto que merecería dar al ser ajeno según se le adjudique un rango más bajo o elevado. Eso genera una reducción considerable en la aplicación del respeto dentro de las relaciones sociales. Esas valoraciones, que desarrollan o no el respeto en los hábitos de vida, son las que marcan las conciencias discriminatorias; ya sean racistas, xenófobas, sexistas, etc. En la consideración íntima del desarrollo del respeto a los demás está la fundamentación de la conciencia cívica, solidaria y humanitaria.
Pero el respeto no se agota en las relaciones de trato entre personas, sino que también se proyecta al entorno que configura el hábitat de vida. Según sea el valor subjetivo que se aplica al entorno, así será el trato que se le dé, aunque los objetos de la naturaleza tienen valor en sí con independencia del beneficio o interés que nos puedan repercutir. Tener una conciencia conservacionista está, por tanto, también ligada a la perspectiva subjetiva de respeto con que la personalidad interpreta cómo deben ser las relaciones con el entorno en que se vive.