PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 36                                                                                          ENERO - FEBRERO  2008
página 8
 

LA PROPIA ESTIMA


La conciencia de lo que uno es, como de casi todo en la vida, puede estar informada de modo superficial, en virtud de apreciaciones simples, o puede sustentarse sobre razonamientos de cierta entidad, en los que más o menos profundamente se ha seguido un método filosófico. Esa aproximación a lo  que uno es marcará trascendentalmente el valor con que cada cual se relativiza respecto al resto de la existencia.
Saber el qué, el para qué y el cómo la persona se vincula al mundo es consecuencia de la actividad intelectual por la que el ser humano se responde sobre sus relaciones con el entorno social y existencial. Desde su perspectiva creativa considera que no todo en su vida viene predeterminado y que su acción y consideración tiene valor, no solamente en lo que respecta a la relación con los demás, sino también consigo mismo. Este juicio es el que sustenta una gran parte de la satisfacción emocional, porque la estructura profunda de la personalidad se rige más que nada en la coherencia entre el ser y el obrar y en la medida que ésta se percibe positivamente la autoestima se estabiliza.
Ser coherentes consigo mismo implica descubrir al yo que  obra según determinadas convicciones consolidadas por la experiencia de que de hacer así se sigue alguna satisfacción que mueve a seguir esa tendencia o a elegir esa opción. Cuando la satisfacción reconocida es de tipo sensible, el movimiento a obrar es tan espontáneo que el yo se considera en gran medida determinado por el influjo externo. Pero cuando se reconoce una satisfacción intelectual, el yo considera que la misma responde a su capacidad creativa y sólo puede encuadrarse la coherencia de la acción en haber generado una categorización de los actos posibles conforme a los cuales se ha escogido el atribuido con más valor.
La propia estima se encontraría sujeta a un doble influjo: por una parte, al obrar respecto a lo que se asigna como un valor;  y por otra, a la jerarquización mental de valores. Una persona sin valores carecerá de autoestima, y una persona que obra contra sus valores se tendrá a sí mismo en muy baja estima.
El valor, dentro de la estructura mental de la personalidad, no se encuentra en el ámbito configurativo de la idea, donde radican las apetencias, sino en el del juicio, en cuya creatividad se dilucidan los procesos decisorios por los que se obra en función de una perspectiva universal. En el juicio es donde inciden las apreciaciones sociales, por las que las propias ideas han de reinterpretarse en consonancia de las percibidas en el sentir ajeno. Todo valor apunta a la relación que se sostiene con el entorno y el veredicto interno del juicio, que se reconoce como conciencia, resulta de lo bien que se obra y del bien que se obra. Lo bien que se obra expresa la perfectividad de la persona humana que saca lo mejor de su creatividad para operar, en el límite de su naturaleza, de modo correcto, induciendo la satisfacción de la autoestima por el reconocimiento de obrar propia y acertadamente como un ser humano libre y responsable. No hay que obviar que estos atributos de libertad y responsabilidad son los que permiten la generación de los valores; por lo tanto, cuando se obra así, aunque sólo sea en el fundamento mental, se reconoce uno mismo como valor. El bien con que se obra, o sea, la perfección o satisfacción que se comunica a los demás, se reconoce como valor en cuanto que añade a la perspectiva creativa del ejercicio operativo la intención de lograr la utilidad del servicio a otra persona. En cuanto ese bien sea tanto más perceptible más fácilmente se reforzará la propia estima, siendo esta mayor si  se concibe que los propios servicios superan el deber de la reciprocidad, cuando la parte contraria no tiene capacidad de corresponder.
El sentimiento de la propia estima marca decisivamente el optimismo con el que se afronta la vida, y no debe olvidarse su vinculación con los valores. En una vida indefinida de valores se podrá realizar un cúmulo de  satisfacciones, aunque muy posiblemente no alcancen a constituir un ámbito de autorrealización que pueda potenciar la conciencia  de la autoestima.