PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 38                                                                                              MAYO - JUNIO  2008
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AFÁN DE CONOCER


Entre las causas que inciden en el fracaso escolar las hay estructurales, como la deficiente dotación de los centros educativos; coyunturales, como las circunstancias familiares; pero también personales, y de éstas unas condicionan por la capacidad intelectual y otras por la disposición sicológica a aprender. Sobre estas últimas recae la motivación que predispone al esfuerzo para estudiar.
Muchos padres y algunos políticos consideran que en la exigencia y en la disciplina es donde se encuentra la acción requerida de la sociedad para propiciar el adecuado rendimiento académico, olvidando que para que la motivación realmente se instale en la voluntad es precisa la complicidad interior que mueva a querer aprender. Una exigente disciplina puede conseguir un incremento de dedicación y trabajo, pero no garantiza el verdadero aprendizaje, que siempre se sigue a una disposición sicológica para el conocer. Por tanto, al afrontar el análisis del fracaso escolar una de las vías de indagación debería ser la del por qué se encuentra debilitado el afán de conocer en el segmento social sobre el que se verifica la muestra.
El deseo de conocer es propio de la persona humana, porque un ser inteligente aspira a ampliar el ámbito de su realización. Toda aplicación mental se fundamenta en el saber que aporta la información. El movimiento intelectual al tiempo que conoce conoce que desconoce, y en ello radica el motivo del interés por saber, principalmente porque ello le reporta extender su dominio sobre su entorno vital.
Cuando el afán de conocimiento se relaja sería posible reconocer una crisis del entusiasmo vital, al menos sobre unas determinadas esferas del entorno. Ese desinterés puede seguirse de que el modo exterior no ofrece aliciente, de que la superprotección próxima el estudiante le haga redundante el luchar para mejorar ese espacio que le es dado, o que la esfera del interés se centra desproporcionadamente sobre sí mismo. Cualquiera que sea la causa cierta, lo que se sigue es una pasividad para aprender que frustra más a quien tiene la responsabilidad de enseñar que el mismo estudiante.
El  deseo de conocer no está vinculado a la capacidad de análisis intelectual, la que facilita el aprendizaje, ya que aunque el esfuerzo pueda ser bien distinto en unos y otros estudiantes, según la particualar capacidad, el empeño puede ser por igual, y de hecho se puede verificar cómo el interés que hace perseverar hasta llegar a saber sobre cada materia se distribuye ente los estudiantes de una generación más por las predisposiciones sicológicas que por la facilidad mental.
Una de las motivaciones para obrar se ha considerado siempre vinculadas al estado de necesidad. Cuando se precisa conocer alguna habilidad para sobrevivir, se aprende rápido, ya que se prima el interés por conseguir ese conocimiento requerido. En al medida que el conocer se considera más primordial para realizarse, habrá más disposición interior a asumir los esfuerzos necesarios para conseguirlo, por eso no es extraño que en muchos ambientes los estudiantes con menos recursos familiares sean quienes más se aplican al considerar en el conocer el medio de promoción que les iguala a los demás.
La perdida del afán de saber puede estar conectada a dos situaciones personales que se dan cada vez más en las sociedades a medida de que avanzan en su desarrollo. Una de ellas es consecuencia de la negatividad emocional por la que parece que el futuro se ha escapado para las nuevas generaciones, supone una especie de temprana depresión por la que se siente el futuro perdido, y consecuentemente nada importa, por lo que el deseo de conocer pierde todo su sentido. Otra, mucho más generalizada, es la de un interés frívolo por el que se quiere saber, y a ello se dirige todo el empeño, de cosas irrelevantes y no se presta atención a conocer las materias de valor que se transmiten en las enseñanzas regladas, en los libros de literatura, en las corrientes culturales, en los medios de información, en las divulgaciones científicas, etc.
Trabajar por el rendimiento escolar está vinculado a inculcar a los educandos el interés por el futuro, en que se aprecie la dependencia que cada cual tiene con la cultura de su tiempo. Para ello el medio más efectivo está en favorecer la curiosidad por medios que exigen menos esfuerzo, conduciendo la enseñanza como por un plano inclinado creado en la complicidad interior del rescoldo de pasión por saber que incluso los más dejados llevan dentro.
El fracaso escolar no representa sólo el fallo del sistema de enseñanza, sino en gran parte el desacierto de toda una sociedad que es incapaz de potenciar que el saber no sólo es el testigo que se trasmite de generación en generación, sino que es lo único relevante que informa a la inteligencia para ser creativa y libre.