PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 4                                                                                                   OCTUBRE-NOVIEMBRE 2002
página 11


LA RESPONSABILIDAD DEL PODER






Con más frecuencia de los normal, en nuestros países latinoamericanos nos despertamos con que los políticos, a quienes habíamos elegido entre los posibles candidatos, nos volvieron a dejar colgados.

El problema no llegaría a ser espectacular si no fuera porque el mal se ha hecho crónico, y si las enfermedades crónicas no matan pero impiden vivir, los males sociales crónicos impiden la convivencia, el desarrollo y son el caldo de cultivo de todas las delincuencias.
Desde la democracia formal, nuestras repúblicas podrían ser modélicas, pero la realidad muestra una quiebra técnica de la aplicación del sistema. Si estructuralmente el sistema es válido, pero no funciona, habríamos de presumir que el desajuste se encuentra en el estatus de los políticos que se muestran incapaces de hacer que la máquina del poder funcione.
La coincidencia en la diagnosis política de los distintos estados latinoamericanos haría pensar en un problema cultural endémico de nuestros políticos. Quizá por ello hoy más que nunca nos sea preciso meditar sobre los fundamentos en que estamos cimentando nuestra administración del poder.
La modernidad asociada a la colonización ha dejado en la estructura su impronta. Las sucesivas colonizaciones latinas establecieron una forma importada de allá, que sustancialmente respondía a la dominación del cacique. La principal característica social del cacique es la impunidad, una carta sin letra que le permitió hacer y deshacer a su antojo en el entorno social sobre el que extendía su poder. De esta manera los criollos gestaron una peculiar forma de gobierno del que la responsabilidad quedaba marginada. Nuestras repúblicas, construidas sobre esta pobre herencia colonial, reflejan hoy la quiebra de la legitimidad del poder.
La lucha contra la corrupción de los políticos no es sólo de Latinoamérica - recuérdese los acontecimientos acaecidos en gobiernos de Italia y España - sino que a diferencia de otros lugares en nuestras patrias la generalización de la misma nos incapacita cada día más para atisbar una referencia que seguir.
La irresponsabilidad del poder se fundamenta en que los políticos han llegado a establecer un estatus de impunidad para sus actos, revistan la naturaleza que sea. El poder, que la teoría constitucional legitima en el pueblo, tras las formas, es detentado por grupos facinerosos y sicarios de las superpotencias que imposibilitan la corrección adecuada a los estadistas corruptos. Esa impunidad consabida es, en último lugar, la causa de los continuos desaciertos.
Si sobre los políticos cayera, como sobre otros muchos profesionales, el imperio de la ley por las irresponsabilidades del mandato, es probable que la aurora de un nuevo futuro se dejara entrever.