PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 40                                                                                            SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2008
página 8
 

PRINCIPIOS Y CRITERIOS


Los comportamientos éticos y morales se juzgan sobre la evaluación de los actos con respecto al ideario personal, habiendo sido éste construido en la mente por una selección de juicios constituidos como principios o criterios directores del propio comportamiento. En gran medida, la capacidad ética de la conciencia de cada persona está ligada a la constitución de fundamentos para enjuiciar y al hábito para someter los propios actos a ese control.
Todas las personas tienen en su mente algún ideal rector con el que evalúan las acciones propias y extrañas, pero el mismo puede estar más o menos desarrollado en función de la experiencia y la aplicación del conocimiento. Desde el principio genérico de hacer al bien y evitar el mal, hasta sopesar cuánto de lo propio se debe compartir por solidaridad con otras personas, existe una enorme capacidad de afinamiento de la conciencia que mueva a obrar de una u otra manera y procurando un fin concreto y determinado. Pero el verdadero comportamiento ético no sólo se sigue de una conciencia bien informada sobre el bien, sino del hábito para su ejercicio; porque es compatible ser un erudito sobre las exigencias éticas de la existencia y llevar una vida relajada en la aplicación de ese ideario.
Una conciencia ética se fundamenta en unos principios que se constituyen desde los juicios más profundos en los que se consideran que las condiciones de verdad son evidentes. Se tienen por juicios universales y permanentes y por ello se denominan principios, ya que cualquier otro juicio debe ser coherente con estos primeros. Entre estos el más elemental es: hacer el bien, fundamento de toda ética, pero también: el respeto a todo ser humano como sujeto de derecho el bien, el derecho universal a la supervivencia, el derecho a la  integridad física, la supeditación a la verdad, etc. Todos estos principios cada persona los puede tener arraigados o no en su mentalidad, porque por mucho que se consideren universales sólo lo son en la realidad por su enraizamiento en la mente particular de cada individuo. En el entorno social, por la educación y la cultura se cultivan esos principios rectores éticos, pero la consolidación real de los mismos sólo proviene de la afirmación intelectual de cada ser humano que los hace suyos constituyendo su conciencia personal.
En consonancia y sintonía con los principios se desarrollan los criterios, que son aplicaciones puntuales a las circunstancias concretas del obrar humano. Los criterios se informan como hábitos y se verifican con la auténtica aplicación de los principios a las obras humanas. Los criterios responden más al cómo que al qué del juicio ético, porque el bien debido ha de plasmarse en el bien conseguido, y ello se logra del buen criterio en los actos que llevan a buen término la intención ética de la conciencia.
El criterio constituye la conciencia práctica de la ética, que debe estar sustentada en la realización de la información que radica en los principios, aunque goza del juicio propio para su efectiva realización. Los criterios, como conciencia práctica, se forjan en la experiencia, por la que se aprende cómo se puede obrar haciendo el bien. Los criterios, en gran parte, evalúan el resultado de la espontaneidad de seguir el hábito de la intención para el ejercicio del bien, y juzga en qué circunstancia se ha conseguido la efectiva aplicación del bien y cuando no, a pesar de la buena intencionalidad en el obrar.
Se suele afirmar que los principios éticos son invariables en la conciencia de la persona humana, pero ello sólo puede considerarse cierto desde el análisis de los contenidos de verdad que esos principios encierran. Los principios, puesto que son personales ya que la conciencia es individual, han de considerarse siempre como perfeccionables en su entendimiento y estructuración mental. Con el tiempo, por el desarrollo intelectual, se consolidan nuevos principios, y se reformulan o perfeccionan los anteriores que regían la conciencia, sobre todo en la subordinación de valores que establecen las prioridades éticas de la conciencia.
Los criterios éticos suelen sufrir bastante alteración en la vida de cada persona, y aunque normalmente se aduce como justificación los cambios de las circunstancias en que se vive, lo real es que se cambia porque varía el juicio práctico con el enriquecimiento de la experiencia. Si bien los criterios siempre se encuentran informados por los principios, aquéllos colaboran en el perfeccionamiento de éstos por la verificación de las condiciones de verdad que se producen en la aplicación práctica de la ética en la vida real.