PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 44                                                                                            MAYO  - JUNIO  2009
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REPRESENTATIVIDAD DE LAS MANIFESTACIONES

 
Uno de los derechos democráticos fundamentales corresponde a poder cada ciudadano manifestar su opinión, lo que puede hacer mediante el uso de la pluma, de la palabra, de la música, del arte, o con la ostentación manifiesta de su actitud corporal en algún lugar público. Esta expresión de la opinión puede aglutinar a un grupo de personas que manifiestan en grupo su similar parecer, y convertirse incluso en multitudinaria cuando son numerosos los ciudadanos que coinciden en la motivación a exteriorizarse públicamente. Cuando esto es así, se suelen ocupar amplios espacios públicos en virtud del derecho a la libre expresión, sin otros condicionamientos que no transgredir derechos de terceros ni impedir los servicios esenciales de la comunidad.
La lectura política que pueda tener toda reivindicación expresada en una manifestación no debería ser obviada por los gobiernos o las autoridades a quien se dirija la comunicación, pero la trascendencia social de su reclamación está muy ligada al número de ciudadanos que allí se expresan, pues la representatividad de las manifestaciones es un índice de cuánta gente esté a favor y en contra en ese tema social.
La determinación de las personas que intervienen en una manifestación es relativamente fácil de evaluar, especialmente si se dispone de medios fotográficos aéreos. Pero como lo relevante político es cuántas personas apoyan esa iniciativa de opinión, se tiende a desvirtuar la realidad de forma que socialmente trascienda lo  que interesa y no la verdad. Así, autoridades y convocantes difieren de ordinario en sus cuantificaciones de asistencia a la manifestación, buscando el favorable impacto que trasciende de la publicación de la noticia. Con independencia de esas conjeturas, unos y otros deben considerar la importancia del mensaje social enviado por los ciudadanos, ya que conocen perfectamente los mecanismos sociológicos para trasponer el impacto de los datos respecto al conjunto de la sociedad.
Una consideración importante a tener en cuenta es que cuanto más se promociona la asistencia a una manifestación, así crece la importancia de considerar la disconformidad con el tema de los que no asistan, porque se radicalizan posturas políticas contrarias. De este modo, a veces, una gran afluencia de personas a una manifestación está mostrando cómo cuántas otras más rechazan las ideas sociales que motivan el evento.
Para una mayoría de las personas, la importancia social de las manifestaciones la evalúa el influjo social que advierten en su entorno respecto a la disposición para acudir a secundar la convocatoria. Lo cierto es que en una ciudad se advierte más la adhesión habida a la convocatoria en virtud de la gente que no está a esa hora ocupando su espacio habitual. En cuanto más el comercio, los mercado, las cafeterías, las calles, los parques, etc. se encuentren vacíos servirá como índice representativo del seguimiento de la concentración; y, en cambio, cuando apenas se nota ausencia en esos lugares, indica el escaso interés o motivación de los ciudadanos, por más que un numeroso grupo de manifestantes pretenda aparentar ser una muchedumbre representativa. Hay que tomar en consideración que en grandes ciudades un escaso índice del 1 ó 2 por ciento suman fácilmente decenas de miles de personas, grupo que en la calle toma apariencia de una masa multitudinaria.
A veces lo importante de una manifestación no radica en su magnitud de asistentes, sino en la coherencia de su reclamación, porque sirve de despertador social para que los ciudadanos perciban aspectos de sus derechos sobre los cuales hacen dejación. Esa quizá sea la grandeza de la libertad de expresión democrática, que tanto lo que se expresa directamente como lo que se percibe en los medios comentando la noticia lo evalúa realmente cada ciudadano en la justa medida de su trascendencia social.