PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 45                                                                                            JULIO  - AGOSTO  2009
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LA CONSTRUCCIÓN DE LA VIDA

 
La enfermedad de la depresión que afecta al mundo muy desarrollado tienen aspectos patológicos y aspectos de interpretación del destino de la personalidad, pero incluso lo que se sigue de una patología fisiológica es muy probable que guarde relación con procesos sicológicos deficientemente controlados. Proveer remedio desde la propia personalidad se puede facilitar por la reflexión introspectiva que identifique el sentido correcto de aplicación de la personalidad a la vida.
La depresión, sociológicamente considerada, se encuentra ligada a la apreciación de que la porción de vida que a cada ser le corresponde disfrutar según se consume se acaba, ya que el proceso lineal de su desarrollo en el tiempo no admite parón ni vuelta atrás. Esta perspectiva negativa, de que por amor al vivir se duele de que se consuma, se padece especialmente en los entornos en que la existencia es fácil y la supervivencia se encuentra asegurada, pues tanto más se duele el perder lo que es un valor recibido que lo que hubiera necesidad de construir. Así se puede plantear la controversia existencial de si la vida es una realidad que se gasta, un potencial que se consume, o una realidad que se construye.
En cuanto la vida de un ser es más racional, la percepción le advierte de que todo cambia, y el tributo del cambio consiste en la eliminación de unos seres para ser sustituidos por otros, pues si no hubiera cambio no habría habido progreso, y la misma vida habría permanecido en un estado casi inerte como parece que fue el tiempo muy prehistórico. Siendo el progreso el que ha establecido formas de vida razonablemente apetecibles, constituye una permanente tentación para la personalidad el anclarse en la existencia y apetecer disfrutar, doliéndose cuanto más goza de que cada experiencia al punto es realidad pasada.
Interiorizar una perspectiva de progreso determina el valor de poder aplicarse a la construcción de la vida como una realidad por hacer, que precisa de la cooperación de cada individuo para sostener el bienestar logrado. Ese concepto de utilidad moral tiene que ser desarrollado interiormente, porque sólo la razón es capaz de captarlo y constituirlo en carácter animador de una conciencia social positiva de la existencia.
Todo lo que se disfruta en la vida no es por sí sin la cooperación comprometida de los seres que lo convierten en realidad práctica, con la peculiaridad de que la razón aplicada en el esfuerzo generador no se agota como la realidad física invertida en la obra ejecutada, sino que se convierte en cultura, que desde la percepción de lo logrado facilita su aplicación a la posteridad. De este modo, construir la vida no sólo supone la satisfacción de emplear las energías de modo positivo en lograr un beneficio práctico, sino en el perfeccionamiento de la cultura del progreso que se difunde de generación en generación. Concebirse sujeto de ese progreso es una de las mayores retribuciones que puede darse el ser vivo, constituyéndose en animador eficiente de su propia existencia.