PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 45                                                                                            JULIO  - AGOSTO  2009
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LA DESCONFIANZA GENERACIONAL

 
Se ha escrito bastante acerca de la transición entre generaciones enfocada sobre la ruptura conceptual de la vida de los hijos respecto al modo de vida de la generación precedente. Este análisis sigue la lógica de la dinámica lineal de la vida, en la que lo que importan son las nuevas generaciones que aportan el devenir de la sociedad. Sin embargo, existe otra perspectiva social, que es la que contempla el parecer de los padres respecto a  las nuevas maneras de ser de los hijos, que, si bien tiene una trascendencia menor, no deja de influir sobre el estado de ánimo de una parte importante de la sociedad.
El juicio que cada generación tiene de la siguiente está marcado por el prejuicio de la inexperiencia que se le atribye, y consiguientemente en una prevención sobre la forma de vida que pueda concebirse cuando aún se está madurando en las experiencias vitales. Esa desconfianza de las generaciones mayores respecto a la de sus hijos es una constante en la vida tan cierta como la rebeldía propia de las nuevas generaciones respecto a los preceptos sociales de la tradición anterior. Supone, en parte, la confrontación de la libertad frente al juicio del libertinaje. Los jóvenes constantemente se inclinan por ensanchar los ámbitos de la libertad y los mayores por percibir como frívolas las maneras de hacer de quienes les siguen en edad.
Apreciar un componente de frivolidad en las muevas formas de vida que traen las sucesivas generaciones proviene de la adscripción de valores a las formas propias de interpretar la vida, que se justifican en la madurez de la experiencia, aunque muy posiblemente no se considere cuánto de ello es fruto de la innovación en la transición de la generación de sus padres.
Esa desconfianza en que la nueva generación va a saber gestionar su existencia con éxito porviene en muchos casos de la percepción de inseguridad en los hijos, la que lógicamente se deriva del proceso continuo de maduración por la que se consolidan las ideas según las experiencias vividas. Pero ese proceso es el propio del desarrollo del ser humano que modela los valores por la asistencia de la conciencia de utilidad y de bien. Los valores alternan su formas de generación en generación, pero es inadecuado descalificar unos u otros, pues ellos, por la propia naturaleza del ser humano, reflejarán la intelectualización de la mejora de vida para la sociedad.
La capacidad del hombre para sobreponerse a las contradicciones de la vida ha sido la que le ha conducido a progresar de continuo, y ello es un índice de cómo cada generación acierta a resolver las contrariedades propias de cada tiempo, lo que desautoriza como objetiva la posible desconfianza de quienes juzgan peor lo por venir.