PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 45                                                                                            JULIO  - AGOSTO  2009
página 10

RELIGIÓN E IDEOLOGÍA

 
La instrumentalización de la religión a favor del interés político ha sido una constante a lo largo de la historia, siendo siempre común que un poder sobre una determinada comunidad imponga la doctrina de la religión conveniente a sus fines políticos. Casar el doctrinario religioso y la ideología política parece interesar tanto al poder civil como al religioso: Al primero, porque a través de la religión se facilita el sometimiento moral del pueblo a la ideología que estructura el poder; al segundo, porque asegura del poder civil los recursos para mantener la primacía moral a determinadas confesiones. Cuanto más se mezclen ambos fundamentos, más fácil se hará dominar a la comunidad tradicional, que entiende en la religión que practica una característica intrínseca de su sociedad.
Esta vinculación entre política y religión tiene su origen en un error de lo que se tiene por religión, ya que abandonando la idea esencial de que la religión es relación entre la persona y Dios, se propone como religión la sumisión a una doctrina como la guarda una comunidad. Así, cada confesión religiosa no estaría conformada por el conjunto de quienes se relacionan con Dios de una misma manera, sino de quienes aceptan que para relacionarse con Dios se ha de realizar según un conjunto de ideas que fijan una regla determinada.
Esa distinción entre la auténtica práctica religiosa y la que sigue los dictados de una ideología se especifica en que la primera propicia un encuentro espiritual personal con Dios, mientras que la segunda predica una veneración formal; la primera estima en la sinceridad personal la realidad de la vida espiritual, en tanto que la segunda valora las disposiciones según la adscripción a la norma establecida; la primera profundiza en la religión según el trato real que se presta a Dios y la segunda en función de la teología doctrinal. Así se puede llegar a tener una fe inquebrantable en el conjunto de ideas que se predican acerca de Dios, pero ninguna experiencia personal religiosa. Es la plasmación del efecto sociológico de la ideologización religiosa frente a la conciencia real de fe de cada individuo.
Para muchos esta distinción en la práctica de la religión representa un asunto intrascendente, como si se tratara de divagaciones sobre una realidad superada; pero, además de la importancia que pueda representar para la conciencia del hombre religioso, la fuerza de la religión sigue teniendo relevancia social, y de cómo se fundamente y practique suponen influjos muy diversos en la sociedad.
El hombre auténticamente religioso, el que fundamenta su religiosidad en la relación personal con Dios, aprende de Él a respetar la libertad humana. En cambio, cuando lo que la religiosidad sigue es un conjunto de ideas trascendentales trasmitidas de generación en generación, una ideología, hace frecuentemente que conlleve connotaciones de intolerancia a cualquier posición crítica con los dictados que prescribe, y ello porque el sostén de la ideología se basa en una fidelidad ciega que se sobrepone incluso a la iluminación de la conciencia por la oración.