PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 46                                                                                            SEPTIEMBRE  - OCTUBRE  2009
página 7
 

EL PÉNDULO DEMOCRÁTICO

 
El paso de los regímenes autoritarios a los gobernados según sistemas democráticos origina inestabilidad porque aquéllos siguen una única voluntad y éstos varían según la opinión mayoritaria del pueblo. Así no es extraño que haya quienes añoran la tranquilidad de los regímenes monocolor cuando quienes detentan el poder son afines a sus ideales o a sus intereses particulares.
La democracia en sí supone variación de modo de gobierno pero, en teoría, no de valores fundamentales, por lo que todos los ciudadanos deberían congratularse de sostener un sistema así para su gobierno. Esa diversidad de formas de gobierno que se dan en democracia representan no sólo las distintas ideologías o formas de pensar respecto a la organización de la vida, sino también la distribución del poder económico y la posibilidad de promoción personal. Cuánto mayores sean las diferencias de cultura y riqueza entre los ciudadanos, más propensa será una democracia a que las distintas partes se enfrenten radicalizándose en la protección ideológica de los derechos que consagran esas diferencias.
La observación de los vaivenes que acaecen en algunos sistemas democráticos, en los que las mayorías gobernantes fuerzan la lógica legal para consolidarse en el poder, muestra cómo ello conduce a una creciente radicalización de las posturas ideológicas en dos bandos enfrentados que seccionan la sociedad perturbando la convergencia que la democracia debería aportar a la nación. Ello responde en especial a la concentración ideológica en torno a dos únicos partidos cuyo enfrentamiento radicaliza la vida política, empobreciendo el sentido de centralidad que en su estructura profunda inspira el sistema democrático.
Construir una sociedad de valores se consigue desde el respeto y la atención a las ideas de todos los ciudadanos, intentando que las leyes por experimentación de su eficacia se mejoren progresivamente de modo que satisfagan a más personas, aunque sea cierto también que no todas admitan la plena identificación de sus contenidos. Esta convergencia que debe propiciar la democracia se realiza muy especialmente mediante la promoción para todos de la educación, la cultura y la igualdad de oportunidades para en la disposición de recursos económicos poder medrar según el esfuerzo aplicado. En el fondo la democracia augura el sistema de gobierno ideal con el que todos los ciudadanos estuvieran de acuerdo porque encontraran en él la garantía política para la propia realización. Pero esta idea está lejos de alcanzarse al concebir muchas sociedades la democracia sólo en su aspecto formal, como un sistema para avalar el dominio de una única ideología. Se toma así la parte por el todo y se desprecia la opinión social contraria fracturando la sociedad.
Considerar que la democracia favorece la centralidad de las ideas es admitir que el sistema de transición desde concepciones autoritarias puede pendulear en sucesivas reacciones contrarias, pero que en cada una de ellas se reduce el recorrido por la conciencia colectiva de aproximar las posiciones contrarias hacia un entendimiento común. Podría parecer que la democracia propicia la dejación de derechos, pero lo que en verdad inspira es una extensión de los derechos a los ciudadanos como éstos los conciben en cada situación social. Cuantos a más se extienda la satisfacción por ver reconocidos sus derechos, mayor será la estabilidad democrática, aunque exista siempre quien se sienta excluidos del parecer mayoritario, las más de las veces porque su interpretación de los derechos es muy restrictiva, y siempre debido a que no ha sabido transmitir a sus conciudadanos razones suficientes para atraerles a su razón.
La radiografía de la sociedad muestra cómo en muchas naciones la democracia pendulea de modo inadecuado, aumentando el recorrido de su divergencia, haciendo que las sucesivas mayorías promuevan leyes contradictorias, siendo éstas cada vez más extremas como reacción histérica al gobierno anterior. Esta configuración de oposición radical se basa en el proyecto de destrucción de las ideologías contrarias, reduciéndolas a una estructura testimonial que ampare la aparente libertad del sistema. Pero el proceso no es fácil, pues cuando los ciudadanos perciben la debilidad del sistema en sí, apoyan a la oposición, que crecida se radicaliza tanto más en su discurso extremo, desapareciendo toda posibilidad de entendimiento democrático.
Que los gobiernos democráticos son gobiernos partidistas es una realidad que sólo se salva en los gobiernos de concentración, y en parte cuando exigen coaliciones que moderan los extremos ideológicos de cada uno de ellas. Esta lección de aproximación política debería servir para que sean los ciudadanos quienes se resistan a dar apoyos incondicionales a grupos que exhiben su radicalismo y al mismo tiempo exijan una mayor transparencia democrática en todos los ámbitos de participación pública.