PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 48                                                                                           ENERO - FEBRERO  2010
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SIMPLIFICACIÓN Y SIMPLEZA

 
Lo simple, en su acepción primera, se opone a todo aquello que tenga composición. Así, correspondería a una entidad pura, que no ha sido obtenida por adicción o combinación de otras. Cuando se aplica a las personas, pretende definir un carácter sin complicaciones y una personalidad elemental: Manso, apacible e incauto. Mentecato, abobado, (diccionario de la lengua española, RAE, 2001). Esto, de alguna manera, viene a manifestar una limitación. El simple lo es porque carece de la madurez, o la picardía, que se sobreentiende común a la mayoría de las personas. Por eso la simpleza, como caracterización del simple, se considera más una deficiencia que un valor, por más que la mucha composición, fuera de la de alma y cuerpo, no se corresponda con su ser esencial. Seguir la propia forma de ser, que es lo propio del ser humano, se puede considerar un modo de realizarse, aunque dado que el ser humano es sociable, por la acumulación de experiencias de relación, los más toman del entorno la sabiduría para enriquecerse alejándose progresivamente de la simpleza inicial.
Una de las características de la cultura es hacer de las personas simples personas complejas, con tanta información que a duras penas se reconoce, muchas veces, lo genuino de la experiencia propia de los préstamos tomadas de la sociedad. En cuanto se alcanza el uso de la razón, parece el devenir del hombre permanentemente abocado a una vida compleja, cuya mezcla de influjos le confieren desarrollo y le restan sencillez. Ese progreso del hombre debe realizarlo intelectualizando las ideas para enriquecer la voluntad, sin ceder en su propio modo de ser.
Se podría considerar dos formas de simpleza intelectual, una la de quien carente de relaciones conserva un estado de conocimientos elementales, y la de quien, aun bien relacionado, no acierta a consolidar una coherencia intelectual, dejándo en sus juicios traslucir las influencias externas sin la correspondiente selección y maduración de su personalidad.
Conservar la propia forma de ser como un valor no debe generar renunciar a una vida rica en relaciones, lo que debe hacerse es ejercitarse en distinguir en cada información los contenidos relevantes y los intrascendentes. Los primeros, categorizarlos distinguiendo su raíz esencial; los segundos, recordarlos en lo que puedan tener de anecdóticos. Esa tarea de simplificar es necesario tomarla como un hábito intelectual, porque quien se aprecia sabe hasta cuánto puede abarcar su mente, y la conveniencia de preservarla libre de una saturación que le induzca a razonar bajo presión.
Descomplicarse y simplificar es una actitud responsable de quien quiere ordenar su vida desde una jerarquía de valores, lo que se opone a la simpleza de una personalidad vacía de criterio para distinguir lo trascendente y lo vano, lo provechoso y lo vulgar. Simplificar en este contexto correspondería a una oposición a la simpleza o lo simple, porque la simplificación se realiza poniendo orden en la composición, mientras que lo simple refleja: o bien carestía de ideas, o acumulación de las mismas sin orden ni concierto.