PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 49                                                                                           MARZO - ABRIL  2010
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ESPÍRITU DE LA MATERIA

 
Para la explicación racional de las entidades espirituales se ha tendido a recurrir a símiles o imágenes materiales con las que exponer realidades que, carentes de materia, no poseen forma perceptible sensible. El recurso a esas comparaciones se ha efectuado con la sana intención de facilitar la comprensión de la naturaleza y forma de ser de las entidades inmateriales, pero, en una gran parte de las veces, esa intención logra dificultar la comprensión real de las entidades espirituales a la razón, porque ésta con frecuencia confunde la realidad dibujada con la entidad de la misma. Esta materialización del espíritu entra en contradicción con lo que éste es, y así no sólo se llega a dificultar su entendimiento, sino a confundir su realidad.
Los entes inmateriales no tienen materia, y por tanto ni extensión, ni color, ni ningún otro accidente de la materia; ninguna forma representativa los puede contener, ni siquiera su definición como energía, pues ésta, como estado de la materia, con más o menos dificultad se llaga a percibir y puede ser reducida por la física experimental en su propio modo de ser. Para algunos, parece que lo espiritual se encuentra en el límite inferior del tamaño de la materia, cuando las partículas escapan a la aparente apreciación, pero la física ha ido mostrando que es sólo cuestión de tiempo de investigación para que lo impredicible sea capturado y desentrañado en su realidad material por la definición de su actividad material.
Se puede admitir o no la realidad inmaterial, pero si se admite carece de fundamento identificarla mediante atribuciones de formas materiales con la que representarla, pues toda esa representación no es más que exponer lo que no es. Lo intelectualmente honrado es decir lo poco que se puede decir sobre la realidad espiritual distinto de la experimentación propia que de su existencia pueda alcanzarr el propio espíritu.
Aunque los conceptos materiales no puedan exponer la realidad espiritual, no por ello dejan de poder ser vehículos para la intuición de ella, pues de la coexistencia de ambas pueden implicarse  cómo unas y otras corresponden a entidades que se relacionan con o sin vínculo de necesidad. La libertad de lo espiritual y la determinación de lo material pueden entrar en relación, pero sin que alteren su modo propio de ser, por lo que la intuición de una sobre la otra no puede realizarse con confusión de identidad.
Si no es adecuado recurrir a la materialización del espíritu, habría que indagar si hay posibilidad para la intuición en sugerir la entidad espiritual desde las propias relaciones de las realidades materiales. Este procedimiento ha sido el de la filosofía, desde la antigüedad, educiendo de lo cognoscible a la razón de la realidad material la identificación de las realidad trascendente que con ella se relacionan. Las intuiciones imperceptivas, así como su causa y naturaleza, serían posibles de desarrollar desde conceptos mentales, siempre y cuando se distingan sus expecificaciones propias como distintas a las concebidas desde la percepción material.