PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 5                                                                                                   DICIEMBRE 2002-ENERO 2003
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METAFÍSICA Y FRIVOLIDAD






El esfuerzo del trabajo intelectual es, al decir de muchos científicos, superior en desgaste energético al trabajo manual. Con independencia del gasto inmediato, en determinados trabajos intelectuales se percibe que el esfuerzo ha de ser continuado y constante para alcanzar, cuando se logran, resultados efectivos. Esta situación es la que se corresponde con la investigación, pero de una forma particular en la investigación metafísica, donde las conclusiones, cuando llegan, no aportan la contundencia empírica, y su aplicación apenas se difunde entre un grupo de intelectuales, sin que aparentemente tenga trascendencia social.

Hacer metafísica no está de moda, porque a la nueva civilización parece que tan sólo le vale lo útil y fugaz, lo tangible que al tiempo se escapa de las manos. Se idolatriza la materia en trasformación al tiempo que se soslayan las realidades universales trascendentales.
Se ha instalado en la sociedad del nuevo mundo un vicio vital que es la frivolidad. Ésta consiste en la corriente sociológica que tiende a enaltecer las cosas irrelevantes y a prestar escaso interés a las realmente importantes. Como una plaga pseudointelectual esta corriente de frivolidad se ha instalado en los medios de comunicación, en las artes, en la educación, en la política, en la publicidad, en la religión, etc.
Si analizamos, aunque sea superficialmente, la trayectoria sociológica de esta flojera del pensamiento podemos observar que corre pareja a la pérdida de interés por la metafísica. La debilidad de las ideas para ser el apoyo de una civilización se gesta en la endeblez intelectual para el desarrollo y consolidación de los universales trascendentes de la materia.
Desde Comte, el desplazamiento del saber de la metafísica por el positivismo científico ha paralizado el interés por las realidades trascendentales, sorprendida la mente por la inabarcable capacidad de saber que encierra la materia en su estructura. Ya en Aristóteles, el trabajo científico de filosofía y física han ido parejos, pues aun cuando el objeto sea la misma realidad, contemplan verdades distintas de la misma, sumando y no oponiendo ambos conocimientos.
La metafísica científica no es una ciencia acabada en los límites de la modernidad, sino una ciencia que, más que nunca, el mundo contemporáneo precisa para no quedar su pensamiento atrapado en la compleja simplicidad de la materia. Lo que se exige a la metafísica científica es que no sea interesada, lo que quiere decir que no se utilice como método al servicio del posicionamiento intelectual.
Del desarrollo de la metafísica depende mucho que la sociedad pueda escapar de la tenaza de la frivolidad. Sólo advirtiendo en su conjunto las relaciones formales y materiales de la realidad se puede estructurar la existencia gradualmente, de modo que las vivencias sean racionalizadas en el conjunto del paradigma de la vida, determinando su influjo según el grado de trascendencia que aporte para la realización personal y social de la persona.
Escribió un poeta: se hace piedra quien a piedra adora. De igual modo, quien pierde el hábito del juicio y el pensamiento y sólo se guía por al gusto o la moda, termina siendo un individuo sin criterio engrosando esa masa social que sobrevive tras los vaivenes de la última novedad.