PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 5                                                                                                   DICIEMBRE 2002-ENERO 2003
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ORIGEN Y PRINCIPIO







Sobre el origen de la existencia del universo, del mundo y de la vida plantean tesis distintas, según sus respectivos campos, ciencias tan diversas como la física, la filosofía, la biología, la teología, la antropología, la astronomía, y todas en su afán de descubrir las verdades. Entre los vaivenes que las nuevas investigaciones aportan, las ciencias prácticas parece que se avienen a configurar como tesis más probable la de una evolución global sin principio conocido; la materia ha existido siempre y las distintas determinaciones que asume son coyunturas de un proceso en perpetua trasformación.

La filosofía desde hace veinticinco siglos predica la existencia de una materia prima universal y la conformación de la misma en las distintas realidades existentes.
La teología en cambio, ha defendido el origen del cosmos como consecuencia de un acto de creación. La materia, el cosmos, no tiene origen en una entidad material, sino en una espiritual: Dios.
Las cadenas de la evolución, las leyes de la astrofísica, y tantos procesos que aún nos son desconocidos conducen a científicos y pensadores a especular sobre la realidad de unas tesis que sólo a lentos pasos consiguen demostrar. El abismo de conocimiento que queda por descubrir permite en gran parte sostener intuiciones más o menos fundamentadas que casi siempre encuentran alguna justificación en los últimos descubrimientos científicos acaecidos.
Desde la consolidación de la filosofía positivista, muchos profesores han presentado como contrarias las tesis metafísicas y teológicas creacionistas con las físico evolucionistas de las ciencias positivas. Esta contradicción, un tanto efectista para quienes no reúnen una formación intelectual integral, ya se la habían planteado los pensadores medievales y, como acostumbraban ante cada escollo del conocimiento, le dieron una solución satisfactoria hasta donde llegaba su saber. No deja por ello de sorprender que en la actualidad muchos estamentos aprovechen el progreso científico para descalificar cualquier otra forma de pensamiento. El buen hacer ciencia siempre fue un proyecto integrador hacia el saber global.
Se contraponen tesis creacionistas y evolucionistas en gran parte por defecto de la metafísica aplicada. La confusión que en las lenguas se hace de los conceptos de origen y principio se reflejan en la confusión del entendimiento.
La creación en metafísica es un paso del no ser al ser, y ese proceso, que es un acto causal, determina a un ente -en la relación, el causante- como origen del otro -el causado-.
Par que se pueda hablar de principio de un ser hay que predicar necesariamente su trasformación. Sólo lo que se mueve, en el concepto metafísico de movimiento como cambio de ser, puede tener principio, o sea el ser en su punto inicial de la cadena de trasformaciones; su origen en el tiempo que mide su evolución o trasformación.
Cuando se habla del término origen del mundo, como de la energía en su primer estado, realmente se está pensando en un término físico, no entitativamente causal, y por ello sería conveniente la predicación de principio, pues se está hablando del efecto físico de la energía y su trasformación, un proceso material evolutivo objeto de trasformación.
La creación como acto no se opone a la teoría de una evolución desde un principio material del tipo que sea, pero a su vez, y esto parece lo más sorprendente, no se opone a que el universo físico, en cualquiera de los estados de la materia, no haya tenido principio, o sea que haya existido siempre.
Ontológicamente la creación es una acción causal en que el ser causante no compromete su ser en el ser causado, sino que origina un ser absolutamente nuevo que no participa de su ser más allá de la relación causal. Dado que entre el ser causado y su origen no existe relación ontológica, no se puede hablar de cambio de ser, y por tanto no se puede predicar de principio del mismo. El principio sería el acto de su primer cambio de ser, lo que sólo implica una forma de ser. De igual modo que el modo de ser del ser creado pudo ser con principio, también pudo ser que el modo de ser propio sea un modo de ser sin principio.
Por eso, algunos pesadores medievales concluyeron que la especulación filosófica no puede concluir sobre la existencia y la naturaleza del principio del universo, siendo el desentrañarlo objeto propio de la física.