PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 50                                                                                          MAYO - JUNIO  2010
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BIPARTIDISMO ES POLARIZACIÓN

 
La tensión política de una sociedad se percibe no porque los medios la realcen como objetivo propio de presencia, sino en que entre la familia y los amigos surgen posiciones irreconciliables en favor de una y otra posición. Cuando esto sucede es evidente que un fatalismo y un fanatismo se ha superpuesto a la cultura de la comunidad, el que incapacita para razonar mediante el diálogo ponderando lo mejor y lo peor de cada programa de actuación de los partidos y de argumentar sobre las personalidades políticas sin prejuicios. Cuando el sometimiento pleno a una ideología se instala sobre la personalidad, prosperan los extremismos que anulan el racional decurso de la política.
La polarización política es, en muchos casos, consecuencia de los sistemas que sostienen una legislación electoral a favor de la formación de dos únicas alternativas políticas, las cuales para alcanzar poder siguen como método rentabilizar la difamación y la descalificación de los contrarios, con lo que la imagen que se vierte a la sociedad es de exasperación y temor para una ciudadanía que no es adoctrinada sino en la vertiente negativa de las contiendas de las formaciones políticas contrarias. A más se suele añadir que otras entidades sociales, identificadas ideológicamente con alguno de los partidos, capitanean un tremendismo dirigido a movilizar a los ciudadanos a una contestación tan radical que, no pocas veces, induce a la violencia. Todas estas actuaciones se amparan en la legitimidad y en los derechos individuales, pero su legalidad no obsta para que se genere un clima de enfrentamiento que en mucho altera el respeto y la norma de vida democrática.
Una de las estructuras que más animan esa bipolarización de la política es el bipartidismo, cuando en vez de configurarse como gobierno y oposición responsables para favorecer la gestión política, lo que se produce es una fracturación de la sociedad entre buenos y malos -por no identificar con los términos más gruesos que realmente se dedican los radicales de unos y otros-. La actitud que toman a veces los partidos en la oposición no es leal ni constructiva para los ciudadanos, sino que se dirige a entorpecer la labor de gobierno para desgaste del contrario, aunque ello suponga un perjuicio para los ciudadanos y un descrédito par la política y el país.
Cuando el Estado mediante el sistema electoral determina que la política se ejerza de modo que se repartan las posibilidades de poder entre dos únicos partidos representativos, muchos ciudadanos quedan relegados de sentirse identificados con la política en alguna de esas formaciones, lo que revierte en un empobrecimiento de la democracia, y así el ejercicio de la moderación se debilita al no tener que haber en la práctica diaria de las iniciativas legislativas más que una alternativa. La estabilidad de gobierno que genera la mayoría de que goza un sólo partido cuando sólo se enfrentan dos, se desequilibra socialmente por el enfrentamiento con la oposición cuando uno y otro partido se bunquerizan ideológicamente en una política con actitudes propias de los partidos únicos de los regímenes autoritarios. La polarización que se genera como consecuencia del bipartidismo no es buena, ya que habitualmente sirve más al radicalismo de los extremos de esas formaciones que a las actitudes más moderadas, aunque éstas deberían considerarse que son siempre las que, estando más próximas a los valores de los no alineados con ninguno de los partidos, las que confieren la victoria en las elecciones. Pero como cuando hay bipartidismo la que normalmente queda relegada es la opción de centro, dividida la sociedad entre conservadores y progresistas, se perfilan sus dirigentes como baluartes de su más genuina identidad, y así los partidos se deslizan hacia la mutua incomprensión y al progresivo debilitamiento del diálogo consructivo. Cada pequeña concesión se valora como la pérdida de un activo para el relevo en el poder, y así se favorece una crispación en la vida social que afecta incluso las relaciones particulares entre ciudadanos.
Posiblemente el interés mayor para el desarrollo de una vida política parlamentaria sana en un Estado fuera al menos que hubieran bien perfilados entre tres y cinco partidos significativos, para que en las cámaras representativas cupiera que las leyes se conformaran a un espectro social más amplio y así los ciudadanos percibieran un mayor amparo al no estar sometidos a la voluntad alternativa de sólo dos opciones. Ser varios más los responsables de gestionar la política puede dificultar o favorecer la estabilidad, pero relaja el enfrentamiento de media nación contra la  otra media.