PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 50                                                                                          MAYO - JUNIO  2010
página 7

COMPETICIÓN SOSTENIBLE

 
Aunque el deporte es siempre deporte y gana el mejor dotado, el más entregado y el eficazmente entrenado, no deja de contar con ventaja a quien su club le proporciona sin límite los medios de que valerse para triunfar. Detrás de ese derroche de inversiones se esconde la nueva lectura que hace la sociedad del deporte, en la que lo interpreta como un espectáculo que hace realidad sus  pasiones de poder. Entendido así no es de extrañar que ese poder se logre por el reclamo del dinero, que como inversión crematística nunca perderá la perspectiva del negocio que se logra tras  los bastidores de lo que no deja de ser deporte, aunque haya renunciado a muchas de sus esencias tradicionales.
Si se admite conferir al ejercicio del deporte una cualificación profesional por la trascendencia que reporta al ocio social, habrá que admitir la remuneración de los deportistas como lo exige cualquier otra profesión, así como la dotación necesaria para su equipamiento, que será muy variable según se trate de un deporte individual o de equipo. Esto lleva a que los clubes deportivos hayan de ser entidades rentables, bien por los ingresos directos que genera la asistencia a las competiciones, cuotas de socios, subvenciones, premios, patronazgos, publicidad, etc. Esta economía ordenadamente aplicada es la que permite sostener y desarrollar el deporte, que cumple una función de espectáculo y ocio en la sociedad, pero también es modelo de valores que comunica especialmente a la juventud.
Se critica a veces que el excesivo mercantilismo que acompaña al deporte moderno representa la corrupción de los ideales y sentimientos altruistas del amateurismo olímpico de hace un siglo. Pero lo cierto es que ayer y hoy -y anteayer en la Grecia clásica- el deporte se ha contaminado de las pasiones sociales propias de cada tiempo, como fueron los nacionalismos, correspondiendo en la actualidad al consumismo y al influjo del mercado.
Admitiendo la categoría profesional de los deportistas y su inserción en la dinámica económica de la sociedad actual, habría que pensar si, por bien del deporte y de la libre competición, no habría que establecer algunas reglas que limitaran la preponderancia del poder económico sobre la propia de la superación y promoción deportiva. Igual que se persigue la anormal potenciación personal por al dopaje y la regulación de las características de los medios a utilizar como equipamientos en muchos deportes, también se podría considerar si un exceso de preponderancia de los circuitos financieros no desequilibran el deporte, en especial en los deporte de equipo que arrastran a las masas, donde el poderío ilimitado de unos pocos clubes parece que desequilibran el sentido de los campeonatos. A veces, la apariencia que se da es que la competición se libra en los despachos financieros.
Permitiendo mantener la libertad económica de los clubes y federaciones, quizá se podría establecer limitaciones de techo presupuestario para los distintos deportes y categorías de competición, para que la escalada de gasto no acabe por diezmar los equipos y reducir las posibiidades de éxito a quienes pudieran acaparar y comprar los más destacados deportistas. Limitar el gasto favorecería la dedicación a la promoción de las canteras, a rebajar los fichajes astronómicos, a sanear las arcas de las entidades, a mejorar la opacidad de las cuentas, pero sobre todo volvería a hacer los campeonatos más abiertos y competidos, y más digeribles para una parte de la sociedad que vive permanentemente escandalizada con las cuentas del deporte.
Esa política de saber gestionar el deporte también forma parte de la trascendencia que revierte sobre la sociedad el mundo deportivo. Si esa gestión contempla la necesaria corrección en las inversiones para que no haya imperios deportivos prepotentes y despóticos, mejor será para el deporte en general, que considerará las posibilidades de éxito más proporcionadas a la planificación de la estrategia y el esfuerzo. La sociedad, mirándose en ellos, admitirá recuperados parte de aquellos valores que se consideraron en su día rectores del deporte.