PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 50                                                                                          MAYO - JUNIO  2010
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DEMOCRACIA, ANÁLISIS, SÍNTESIS

 
La democracia como definición política tiene como fin salvaguardar la iniciativa de autogobierno del pueblo, mediante un sistema de representación. Esto no sería posible, o es difícilmente realizable, si las personas llamadas a autogobernarse no poseen conciencia democrática, pues, siguiendo el principio metafísico de que el obrar sigue al ser, no será estable un sistema democrático en el que los ciudadanos no son demócratas. Esta doctrina es la que ha seducido a las autarquías autoritarias a menospreciar la democracia, al considerar al pueblo deficientemente preparado para asumir cualquier responsabilidad política.
Desautorizar alguien o fragmentar la participación de un sistema de representación habría que considerarlo desde los valores democráticos y no desde la pirámide de la ciencia, pues son públicos los muchos dirigentes que con reconocido talento no han gozado de ninguna sensibilidad democrática, la que no sólo reconoce el derecho de participación, sino también el de la justicia indiscriminatoria, la promoción cultural y la equitativa distribución de la riqueza. Porque la esencia de la democracia está en ajustar el gobierno a la voluntad ciudadana, y ello precisa de la ciencia política y de la sensibilidad para el respeto a la diversidad de la reivindicación pública.
La auténtica conciencia democrática no es la de imponer los criterios mayoritarios, sino la de lograr el bien común como aquél que promueve el bien a la mayor parte de los ciudadanos como particularmente atiende a sus intereses. Una conjugación del saber hacer política que deje satisfechos al más amplio segmento de población posible. Para ello es fundamental conocer qué es lo que la sociedad demanda y cómo articular las distintas sensibilidades desde lo que de común poseen todas de demanda de bien. El desarrollo de esa conciencia democrática es la que es preciso fomentar como el valor fundamental de convivencia ciudadana. Corresponde, por tanto, a todas las estructuras democráticas interesarse en enraizar el respeto al mutuo conocimiento como forma de gobierno de todas las instituciones de la sociedad democrática, desde la familia hasta el gobierno de la nación.
Conocer la voluntad y la necesidad ajena, para conjugarla con la propia, exige un exquisito proceso de análisis para no dar por sabidas las razones que animan el pensamiento del otro. La experiencia propia está alumbrada desde unos determinados contenidos de verdad que no excluyen otros posibles, ni que unos y otros se den en condiciones alternativas que hagan que las apreciaciones distintas posean posibles intervalos donde converjan los criterios aparentemente contrapuestos. Es en ese análisis donde el esfuerzo de las distintas partes reflejan la auténtica conciencia democrática que se extiende desde el interés particular a buscar el bien común.
El análisis requiere de las ideologías una mayor apertura de miras, aprendiendo que el ideario que las motiva no puede ser exclusivo de una experiencia histórica determinada, sino que el ser exige una dinámica vital para adaptar el medio adaptándose a la permanente novedad de la regeneración. El análisis identifica la apuesta por el conocimiento universal de la sociedad tal como se ve, y para ello es necesaria la aceptación de las muy diversas sensibilidades de las demás tendencias políticas, a fin de identificar las reivindicaciones comunes que subyacen en las estructuras profundas de las demandas que la sociedad reclama para sí a la acción política. Ahí es donde debe enraizase el desarrollo de la auténtica democracia.
La síntesis corresponde a la acción por la que la democracia se justifica que lo es. Su objetivo es dar una respuesta amplia según la demandan los ciudadanos en función del denominador común de sus máximas aspiraciones. La síntesis logra que cualquier buena conciencia democrática advierta que su representación ha sido atendida, al menos en parte, al mismo tiempo que aprende que la convivencia enseña a replantearse cada uno si su pensamiento se asienta en criterios de verdad profundamente consolidados.
La síntesis de lo que como común se acuerda continuamente en democracia indica si una comunidad dirige en ese sentido a sus representantes o, por el contrario, si la permanente ausencia de confluencias lo que está expresando es la virtualidad de los radicalismos ideológicos que nos se ajustan con el valor de la conciencia democrática. Sintetizar lo aceptable de la oposición en razón de la representación que ostenta debería ser la pauta habitual de la buena acción de gobierno democrático, que allega a buen fin los contenidos de verdad en función de las condiciones sobre las que las contemplan los distintos sectores de la sociedad.
El buen ejercicio de una síntesis fructuosa de lo relevante sobre lo periférico del pensamiento social hace aproximar la tendencias y relaja el enfrentamiento partidista. Pero no todas las partes se disponen habitualmente a sintetizar, pues en política marear la perdiz es aparentemente, a veces, más rentable que objetivar, ya que se consigue el dominio de los tiempos para que las conciencias menos democratizadas desautoricen al aparente fracaso de quienes se esfuerzan por lograr un consenso.