PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 52                                                                                          SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2010
página 10

EL COMPROMISO DE LA NATURALEZA

 
Una de las características de los entes naturales es servir a todos los demás como espectadores del orden de su existencia. Mientras los entes construidos por los seres particulares tienen fines propios y finitos, los que corresponden a la naturaleza no hacen distinción y se muestran como son para la satisfacción de cuantos entran con ellos en relación. Así, los aromas, los contraluces, el firmamento, los relámpagos, la sombra, el rumor del mar son tanto para los animales como para los hombres, y entre estos disfrutan por igual ricos y pobres, sabios e ignorantes, niños y mayores, etc. Cada ser presenta la armonía de la composición que le ha dictado la naturaleza y sirve de fin para que otros, según cada uno del poder de distinción de los accidentes de los que esté dotado, le puedan contemplar.
Entender la naturaleza es comprender parte de las relaciones que se dan en ella, tanto de compromiso existencial, por el que se generan las condiciones para la vida, como de orden cosmológico, por el que se advierte cómo la ordenación de unos elementos a todos los demás logra las composiciones que constituyen la escala sucesiva de seres; por ejemplo: un átomo de hidrógeno, sin dejar de ser hidrógeno, constituye también la partícula de agua, y el agua puede ser mar, río o laguna, o constituirse elemento esencial de los cuerpos de los seres vivos. Es quizá esa polivalencia de los elementos lo que haga misteriosa a la naturaleza, pues siempre puede suponerse una menor partícula y en un mayor universo.
Se puede pensar que la ciencia se impone como el reto perpetuo para el conocer de la inteligncia, y que de esta única naturaleza que compartimos y observamos será por siempre ella misma objetivo de estudio para desentrañar nuevas relaciones entre sus seres, antes inapercibidas del influjo que ejercían en la naturaleza. Cuanto más se avanza en el conocimiento de la naturaleza parece que se está permanentemente en una misma posición relativa respecto del fin, pues lo mismo que se sabe induce a considerar nuevas perspectivas del saber, que no agotan la ciencia, sino que la potencian.
Tanto como para la ciencia, la naturaleza se configura como la fuente por excelencia de inspiración del arte, que en su más profunda raíz siempre imita una forma natural. La grandeza de la naturaleza es su permanencia en la comunicación, pues las mismas formas las sirve para la contemplación generación tras generación, sin que ello aparentemente el tiempo lo agote, no la creciente aritmética de los contempladores consuma su hermosura ni su interés.
Cuando se denuncia que el ser humano está atacando con comportamientos inapropiados a la naturaleza, habría que precisar que lo que se daña no es a la naturaleza en sí, pues en su infinitud es insignificante la relevancia de la alteración que el hombre puede infligir. Lo que el hombre realmente ataca es su entorno existencial, aquellas condiciones que favorecen su vida, su propio bienestar, aunque muy posiblemente la respuesta de la naturaleza sea la de la reparación del desatino del ser humano, adaptándose a recomponer lo que las conductas insensatas de corta mira  alteran.
 Mientras el ser humano lo permita, la naturaleza seguirá ofreciéndole, sin discriminación alguna, su extraordinaria manifestación de hermosura para todo aquél que guste de su contemplación.