PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 54                                                                                          ENERO - FEBRERO  2011
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MUTABILIDAD EN LA VERDAD

 
Uno de los objetos de la filosofía es descubrir la verdad, precisando para ello primero determinar qué es la verdad. Son diversas las proposiciones que a lo largo de la historia de la filosofía se han realizado para definir el contenido del concepto de verdad, en función de la orientación de la razón en las distintas épocas y escuelas. Considerando como verdad "la adecuación entre la razón y la realidad", para que un juicio identifique una verdad es preciso que, además de su correcta coherencia formal, su referencia sea la realidad.
Con frecuencia se tiende a considerar la verdad como la razón permanente de la realidad, incluso como la esencia más intrínseca de la misma, pareciéndole a la razón que la verdad es tanto más consistente cuanto más lo es la realidad de la que se predica. Así como que sólo se puede definir una realidad en cuanto que de ella se pueda predicar algún contenido de verdad. Sólo será real un objeto cuando la razón pueda afirmar de él que es.
Un escollo que se deriva de la identificación de la verdad con la realidad proviene de la consistencia que presenta la verdad cuando la realidad cambia, pues, en la medida que cambia, lo que sobre ella se enuncie sólo será auténticamente verdad si el juicio que la contiene manifiesta la función de variabilidad adecuada al cambio de la realidad. En caso contrario, habría que considerar que cada verdad sólo es verdad para el instante en que se emite el juicio. Si la realidad cambia, una verdad se sostiene idéntica cuando su ley de variabilidad defina la permanencia en el cambio.
La posibilidad de la verdad inmutable está en que se predique de entidades inmutables. A ella se aplica una gran parte de la ontología, cuando toma como objeto de su razón el ser en cuanto ser, que como esencia última y subsistente de cualquier ser determinable, no determinado, puede considerarse como una realidad subyacente estable. Aun ello, muchos filósofos presentan resistencia a considerarlo así, pues en cuanto los entes u objetos reales permanentemente están cambiando, nada asegura que sus esencias más radicales no lo hagan. Así hay filósofos que sólo admiten la verdad inmutable en la realidad inmutable, o sea, en la esencia inmutable que tradicionalmente se identifica con Dios.
La realidad del cambio tiene distintas causas: Se puede hablar de cambio cosmológico, por el que el universo evoluciona; se puede hablar de cambio intelectivo, por el que al inteligencia introduce modificaciones sobre su saber y su proyección sobre la naturaleza; se puede hablar del cambio en la realidad social y moral, por el que la voluntad humana permuta sus criterios y valores de relación. Todos estos cambios de la realidad afectan a alteraciones de los contenidos de verdad que pueden predicarse desde la razón, unas de ellas porque descubren las modificaciones que se producen en la definición de las leyes de la naturaleza, otras porque la misma razón percibe en sí misma la necesidad de redefinir la verdad, en cuanto interviene modificando la realidad.
Uno de los éxitos del positivismo filosófico de los últimos siglos radica en admitir el perfeccionamiento permanente de la verdad en consonancia con la sabiduría con que la ciencia ilumina a la razón. Aunque admitir la apertura de la verdad al perfeccionamiento del conocimiento de la realidad no excluye que la misma realidad posea constituyentes profundos inalterables que sean soporte de sus cambios superficiales. Esto, que puede escaparse a la fenomenología, es lo que sostiene a muchos filósofos en la creencia de poder definir estructuras profundas en cuyas leyes la realidad permanece tan estable como para que puedan aceptarse por sólidas verdades.
La filosofía moderna ha profundizado en que el concepto de verdad, como la adecuación de la razón a la realidad, también depende de los mecanismos intrínsecos del funcionamiento del conocimiento que genera la razón, los cuales mediatizan la relación de la percepción de la realidad. Esa coherencia formal de la razón incide en que las condiciones de verdad deban adecuarse a la realidad lógica intrínseca del modo de razonar, o sea, que el juicio sea capaz de dar razón de verdad de su propio procedimiento de interpretación de la realidad. Por ello, la profusión en el siglo pasado de la lógica filosófica para describir metodologías que aseguren la definición de la verdad.
Todas estas dificultades que encuentra la filosofía para pronunciarse sobre los procedimientos que aseguran la verdad al intelecto no suponen una cortapisa para proseguir en su tarea, sino, al contrario, representan el acicate para actualizarse permanentemente, sabiendo que todo el legado histórico de su tarea constituye una fuente importantísima de saber, paro también conscientes los filósofos que la transcendencia que la verdad tiene para el pensamiento humano les anima a proseguir permanentemente en el análisis de la realidad, de modo que con constancia puedan ofrecer una respuesta que mantenga la expectación de la humanidad por saber en verdad.