PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 55                                                                                          MARZO - ABRIL  2011
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INQUIETUD ÉTICA E INQUIETUD MORAL

 
La inquietud, referida a la personalidad, es la opción a actuar, a no ser pasivo, a no quedarse quieto frente a los desafíos para lograr una mayor realización personal. La motivación puede provenir del ámbito de los propios actos, obrar mejor para sentirse mejor, o del entorno social con el que se convive, lo que supone implicarse para perfeccionar las relaciones sociales. En uno u otro caso, la disposición raíz tiene su origen en la conciencia de obrar, para hacerse sujeto del destino, y obrar bien, de modo que se satisfaga la personalidad por el progreso logrado.
El movimiento hacia el obrar el bien, puede ser considerado como una disposición natural del carácter, que según la filosofía elemental induce al ser humano a hacer el bien y evitar el mal, pero si sólo fuera una actitud del carácter se sostendría más o menos constante en cada persona a lo largo de su vida. Por ello, no generaría una inquietud, sino que la conciencia empujaría con más o menos pasión hacia el bien según el carácter de cada persona. Hablar de inquietud ética e inquietud moral se corresponde mejor a contemplar esa inquietud como un objetivo de superación de la personalidad, que sigue a la intuición intelectual de inconformidad frente a hechos y situaciones superables.
El posicionamiento derivado de la inquietud puede abarcar una más o menos completa perspectiva de racionalidad. Una respuesta puede dirigirse a cómo hacer el bien, y otra a interrogarse además por qué hacer el bien. En todos los actos voluntarios de la persona humana existe un previo dictamen de la razón, por lo que, más allá del carácter que induzca a obrar el bien, la forja de la personalidad se cuestiona constantemente sobre la causalidad para obrar de una u otra manera. Ello no excluye que cada persona indague con distinta intensidad.
La disposición a cómo hacer el bien es lo que se podría considerar la respuesta a la inquietud ética, cuyo fin está en lograr el objetivo del bien realizado. La ética induce a decidir que siempre que se advierta una necesidad, si se puede obrar, se obre haciendo el bien que ayude o resuelva esa necesidad percibida.
La inquietud moral procede de la interrogación personal del por qué hacer el bien, o sea, indagar sobre la estructura fundamental de las relaciones para obtener respuestas de conciencia acerca de por qué en la sociedad han surgido las condiciones de necesidad que exigen actitudes positivas no sólo en la acción inmediata para paliar la necesidad, sino en la modificación de las causas profundas que generan las precariedades superficiales.
Si, por ejemplo, se aplicara esta tesis a la esclavitud, en cualquiera de sus formas a lo largo de la historia, cabría observar tres grados de responsabilidad en la respuesta:
  1. El que sigue al carácter, que aceptaría de mayor o menor grado la esclavitud como una situación social de hecho, y se sería más o menos tolerante según la bondad natural que se poseyera.
  2. La respuesta a una inquietud ética, que movería a considerar permanente y progresivamente cómo tratar mejor y procurar el bien para el esclavo.
  3. La inquietud moral respecto al por qué existe la esclavitud, y se cuestionaría, en consecuencia, la licitud de las relaciones de dominio de un hombre sobre otro ser humano.