PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 57                                                                                          JULIO - AGOSTO  2011
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VOX POPULI

 
El vox populi, que se entiende como la opinión generalizada de los ciudadanos, ha encontrado una forma de difusión a través de las redes sociales, lo que le permitiría influir más determinantemente sobre la sociedad. Del boca a boca, de tiempos pasados, en el nuevo siglo la tecnología de la comunicación ha favorecido pasar al de uno a todos, agilizando la transmisión de notas y avisos entre grupos dispersos con gran inmediatez. De este modo la vox populi puede tener presencia física en la sociedad.
Frente al monopolio de la comunicación de unos cuantos imperios editoriales, que conseguían difundir masivamente las opiniones de unos pocos, imponiendo los criterios políticamente correctos de las ideologías dominantes, ha surgido una cadena de transmisión de opiniones atomizada que, aunque singularmente pueda parecer que carece de competencia para imponerse en la sociedad, cuando logra organizarse consigue unificar corrientes de opinión que representan la síntesis del sentir de un colectivo de ciudadanos que, por su espontaneidad, puede conectar con las expectativas de otros muchos, sobreponiéndose sobre la información tradicional.
Esa contradicción entre información ordenada de los medios tradicionales y la comunicación desordenada que se genera desde las redes sociales, según algunos, representa respectivamente el control de la libertad frente al creciente albedrío reivindicante de un espacio de comunicación tan plural que pueda reconocerse como la forma genuina de la crítica democrática. Que la comunicación genere la idea, y no la idea la información.
El efecto aglutinador de las redes sociales puede seguirse de una identificación colectiva o de una atracción sugestiva. En la primera, prima la participación activa del contraste de ideas, todos los sujetos se reconocen como actores, y la adhesión al grupo se mantiene en cuanto cada uno se reconoce legitimado por el respeto de los demás. En la segunda, la identificación procede de la admiración por un ideario que se ofrece en la red, que se toma como referencia para satisfacer inquietudes propias. Diferenciar una y otra opción no es siempre sencillo para quien hace uso de la red, por lo que se puede pensar que se domina esas relaciones cuando realmente se está siendo manejado. En esto las redes sociales pueden no diferenciarse mucho de los medios de comunicación tradicionales, que tras la apariencia de que es uno quien discrimina, no se percibe que realmente se está siendo adoctrinado.
La experiencia, en los pocos años que llevamos de siglo, respecto a las redes sociales ha mostrado tanto su influjo para las campañas electorales como para conducir revoluciones. Sustituyen o compiten en muchos de esos casos a la fuerza de los medios de comunicación tradicionales, diferenciándose que en que las redes sociales exigen una colaboración activa que, aunque podría suponerse que retraería, implica al usuario en la novedosa sensación de sentirse entre cómplice y creador. Incluso la posibilidad de discrepar fomenta lazos de unión, ya que el diálogo de contrastes también crea afinidad.
La presencia masiva en la calle de grupos afines de ciudadanos siempre ha significado el germen de una revolución, llevada a buen término o no, pacífica o violenta, general o sectorial. Lo novedoso es el arma de los medios informáticos como sistema de organización, con un gran poder de convocatoria y capacidad de inmediata reacción. Es interesante destacar que si su pujanza proviene de un común sentir que une a los ciudadanos, y éste respeta concienciarse con la plural aportación de cuantos más mejor, lo lógico es que pondere la sensatez, porque la ley de la lógica hace que en una sociedad la mayoría se mueva por el anhelo de justicia y bienestar. El problema puede surgir cuando es la acción de las minorías bien organizadas quienes se adjudican el protagonismo de toda la sociedad, y sin gozar de legítima representatividad generaliza el acoso social para minar la moral de la ciudadanía.