PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 57                                                                                          JULIO - AGOSTO  2011
página 8
 

DESVIRTUALIZACIÓN

 
Durante muchos siglos se ha mantenido por hombre ejemplar al hombre virtuoso, pero ello entraña la dificultad de si el juicio se realiza sobre el hecho de la virtud en sí, o sobre los contenidos de los actos que se consideran virtuosos. Así se podría dar la paradoja que se considerase virtuoso un hábito operativo cuyo contenido está vacío de valor porque se refiere a una realidad superada.
El término virtud principalmente significa el poder de algo para causar de por sí un efecto. De ahí se extiende el significado al poder del hábito que facilita obrar el bien, de modo que de las obras de una persona, por su virtud, se espere un efecto positivo. A quien obra así se le denomina virtuoso. Por tanto, virtud puede tomar, al menos, tres acepciones: 1ª El efecto que causa algo por su naturaleza. 2ª El hábito que se logra para obrar con facilidad. 3ª El contenido de un hábito que obra un bien. Aunque la virtud natural del modo propio de obrar de cada cosa se considere siempre buena, en el obrar humano, porque es libre, se puede actuar causando un bien o un mal, y por ello se hace obligado distinguir que la virtud sólo se aplica al hábito cuyo fin es bueno. El término contrario se conoce como vicio.
El juicio sobre lo que es un hábito bueno lo puede hacer cada sujeto sobre sus propias obras, mediante la conciencia, o hacerlo quien recibe el efecto de la acción, según la valoración del bien proyectado. Esta estimación última realizada por el grupo afectado es el que discrimina sociológicamente qué es virtud y qué es vicio.
Como la percepción de la sociedad sobre el bien se ajusta a la sensibilidad humana que está vigente en cada periodo de la historia, la virtud en cuanto modo operativo será siempre virtud, pero en cuanto contenido efectivo que realiza el bien será apreciado de modo distinto según los valores dominantes en cada cultura. Esto puede hacer que algunos hábitos se desvirtúen porque, aunque en otra etapa se consideraba que tenía un efecto positivo, en la actualidad se constata que su efecto es neutro o incluso negativo.
La desvirtualización se sigue de la acción espontánea de la sucesión de generaciones que asigna la preferencia en los valores, y con ellos juzga lo correcto y lo impropio respecto al bien. Esa acción es incontrolada porque se compone con los juicios de conciencia del conjunto de las personas del grupo social. Se puede aducir que la cultura influye en la génesis de los actos de conciencia, pero sociológicamente la cultura que se acepta es la que se identifica con lo que la conciencia admite.
Ese juicio social de la desvirtualización de algunos hábitos tenidos anteriormente como virtud la filosofía social lo considera desde el análisis permanente que se debe someter a todas las tendencias de obrar, verificando sus contenidos de verdad y en las condiciones en que se realizan. Esa desvirtualización así tratada puede dar por resultado una falta de regeneración de los conceptos que se tienen por buenos, haciendo a las virtudes caducas, o una vigencia de las virtudes en contraste con tendencias sociológicas que se corrompen por omisión del juicio certero de los contenidos de verdad sobre los que se asientan sus valores.