PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 58                                                                                         SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2011
página 9
 

ADOLESCENCIA Y CONOCER

 
La adolescencia es un periodo del desarrollo de la persona humana que puede definirse desde aspectos físicos, biológicos, sicológicos, sentimentales, etc. Un nuevo aspecto no tan estudiado es el gnoseológico, aquel que hace referencia a las modificaciones que el ser humano experimenta durante la adolescencia respecto por la forma propia de conocer del ser racional.
Una posibilidad es partir de la teoría de que lo que caracteriza al ser humano, respecto a otros seres vivos que poseen sensibilidad, es la doble articulación de su conocimiento: El conocimiento común que se articula sobre las percepciones de la sensibilidad, y el conocimiento intelectual, que se articula elaborando su propio sistema de razón sobre las ideas constituidas en el conocimiento sensible. Ese conocer que conoce, que caracteriza a la persona humana, puede considerarse que no es innato, sino que está en potencia para ser actualizado en el desarrollo de la personalidad de modo progresivo, correspondiendo una parte importante de ello a la etapa de la adolescencia.
Cuando se denomina que una persona alcanza el uso de razón, a los 6, 8 ó 10 años, puede entenderse que consigue una plenitud de juicio o que se encuentra en disposición de iniciar con cierta garantía el itinerario de la formación de la conciencia por el juicio sobre las ideas acumuladas en la mente de la enseñanza de padres y profesores y por la experiencia de la memoria sensible. El uso de razón será el hábito de aplicar el juicio sobre las ideas mentales, obteniendo criterios intelectuales para ordenar progresivamente una conciencia  responsable de sus actos.
Conocer que se conoce y cómo se conoce exige un acto intuitivo de reflexión sobre el ejercicio de la intelectualización de la personalidad, que, por no ser espontáneo, no se puede localizar en el tiempo, sino en la maduración de las intuiciones intelectuales que se hacen cargo de cómo se comienza y desarrolla la propia interpretación de la realidad circundante. Percibir la distinción del juicio sobre ideas y actos muestra a la conciencia personal que no sólo existe el conocimiento sensible, sino cómo sobre él cabe un nuevo conocimiento que valora individualmente las ideas concebida sobre la realidad con una dimensión creativa que juzga de un modo propio.
Todo ese proceso al conocer que se conoce se da principalmente durante la adolescencia, en el que se pasa del conocimiento impropio o común -el que procede de la percepción sensible o la educación, en el que el niño sigue con rigor y acumula cuanto se le enseña como objeto del conocimiento- al conocimiento propio, cuyo exponente principal es el poner en juicio la idoneidad racional de lo aprendido, y diferenciar qué de lo aprendido se asume como objeto del propio conocimiento, qué queda marginado a su consentimiento y sobre qué ideas puede verter una nueva configuración imaginativa. Por ello la adolescencia, desde la perspectiva del conocimiento es un proceso de reafirmación y reconfiguración, porque la segunda articulación, la del conocimiento intelectual, le obliga a ello.
Una de las dificultades cognoscitivas del proceso de la adolescencia está en administrar correctamente a un mismo tiempo el conocimiento sensible y el conocimiento intelectual, pues durante toda la vida uno no anula al otro, sino que el segundo se construye sobre las ideas del primero, por lo que lo exige permanentemente, pero mientras que en la niñez sólo cabe interrogarse sobre la coherencia del conocimiento sensible, y durante la madurez se está habituado a distinguir conciencia sensible de conciencia intelectual responsable, en la adolescencia se ha de aprender por uno mismo -aunque cabe la ayuda sicológica- la experiencia de la aplicación de la razón, de la conciencia íntima y de la responsabilidad personal.
La debilidad intelectual de la adolescencia adolece de la fragilidad de un proceso que toma conciencia de sí al tiempo que se realiza, por lo que, al no estar acabado, en cada punto de su itinerario el bagaje de sus recursos  es precario para realizarse armónicamente, siendo así un proceso cuya debilidad se fortalece paulatinamente en cuanto mayor consistencia presentan las conclusiones internas sobre los contenidos de verdad que reafirman los propios criterios.
Siendo la adolescencia el periodo donde aparecen las intuiciones creativas que se proyectan sobre las estructuras del conocimiento, no es extraño que sea una etapa muy propicia a la creatividad, y que una gran parte de la regeneración artística se conciba sobre las raíces renovadoras de la crítica del conocimiento intelectual sobre el conocimiento pasivo heredado de la anterior generación. Como todo juicio requiere justificación, la diferenciación con la doctrina recibida y la reafirmación de la propia personalidad generan formas nuevas que iluminan la inspiración del conocimiento como caracterización de la impronta de la nueva personalidad.