PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 58                                                                                         SEPTIEMBRE - OCTUBRE  2011
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SINCERIDAD Y AMOR

 
Toda realidad es algo que es posible por la eficacia de aquello que la hace ser. Esto se cumple también para los sentimientos humanos, en la que han de converger tanto la disposición anímica del sujeto para motivarse, como una estimulación exterior para producir el sentir.
En el sentimiento del amor uno es el sujeto, que es el amador, y otro el objeto amado. Ambos son necesarios, porque el uno es por y para el otro. Además de sujeto y objeto ha de contemplarse la materia que los relaciona, o sea la clase de estímulos que crean en el interior del amador el afecto por el amado. El primer estímulo afectivo es generado por el conocimiento, en el que la imagen del ser amado es reconocida como grata. Un posterior estímulo se genera en la razón, la que considera un estímulo de complacencia en el trato, verificando progresivamente el interés de la relación, hasta asentarse como un grado de amistad excelsa.
La afectación de la relación de amor por la amistad es lo que la distingue de la atracción, porque, aunque el amor exige atracción, para que pueda ser identificado como una relación anímica estable -y no como pasión de la voluntad- precisa que se asiente en el alma configurada como una noción de amistad, en la que los sentimientos de afecto se siguen de la valoración emocional que proporciona el trato. En la simple atracción, en cambio, el efecto está ligado a la satisfacción emocional de poseer el objeto sensible que atrae. Ese matiz entre posesión y amistad es el que a la mente le cuesta tanto distinguir para identificar la calidad del amor que se profesa.
Si se vincula el amor con la excelencia de la amistad, su perfección estará en que sea una amistad que se sobreponga a otras amistades como relación emocional prevalente, lo que sólo se consigue si se realimenta permanentemente mediante el trato para reafirmar sus valores intrínsecos. Por eso la amistad exige trato; el trato, confianza; la confianza, sinceridad.
El rol que juega la sinceridad en una relación amorosa se deduce de que, como el interior del alma es inaccesible, se necesita que cada persona exteriorice cómo realmente es, pues la amistad, que une personas y no figuras, se configura por manifestación de la intimidad de quien realmente se es. La excelsa y profunda amistad se crea como una relación en la que progresivamente se comparte el modo de ser propio, lo que en el amor se manifiesta no sólo por la expresión corporal, sino también por la comunicación de la personalidad. Cuanto más trasparente se hace cada parte de la pareja, más probable es la identidad entre la persona que se quiere y la persona real.
El idealismo distorsiona muchas veces la objetividad del mutuo conocimiento, porque una persona no se reconoce mentalmente como realmente es, sino según el modelo de cómo le gustaría ser. También porque se vea a la persona amada tan idealizada que sólo se aprecie la parte de su modo de ser que gusta, marginando reconocer los defectos que, más bien pronto que tarde, se convertirán en obstáculo para la relación. Sincerarse consigo mismo y sincerarse con la pareja no es un obstáculo a la amistad y el amor, sino todo lo contrario, ya que supone proponer a la mutua consideración si la forma propia de ser es compatible con la relación. Lo que se oculta por temor a defraudar a la persona amada quiebra la estima propia que se tiene respecto al valor que se posee para la otra parte.
Aprender a sincerarse va parejo a la consolidación de la amistad que se constituye cuando las personas entran en relación. Cuanto más se aprecian -descubriéndose mutuamente- lo es porque se conocen mejor, lo que, en gran parte, se produce al manifestar cada uno más aspectos de su modo de ser. Se suele decir que nunca se llega a conocer del todo a una persona, y ello se debe principalmente a que la personalidad evoluciona con los acontecimientos y el discurrir del tiempo. Así que las variaciones en el modo de ser constituyen un capítulo importante de la sinceración para mantener vivos los lazos de entendimiento que sostienen el amor, y no terminar convirtiendo la amistad en soportable tolerancia.