PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 6                                                                                                   ENERO - FEBRERO 2003
página 10


LATINOAMÉRICA: PRIMER AVISO




La crisis generalizada que sufrimos en todo nuestro continente indica que la misma no es una mera situación coyuntural, sino signo de que toda nuestra estructura económica falló. La riqueza en que el liberalismo hizo prosperar nuestras grandes capitales en los periodos de guerras europeas parece agotarse. La desaceleración de nuestras economías no tiene parangón en todo occidente.

El problema latinoamericano, desde Argentina a Cuba, no es banal. No es la crisis de un pequeño estado desastrosamente gobernado, sino la sumisión a la pobreza de un continente de recursos notables. Por eso es necesario pensar que lo que está ocurriendo tiene que ver con el agotamiento de un sistema.
Venezuela, Perú, Ecuador, Brasil, optaron por desechar las ofertas continuistas para apostar por quienes prometen situarse del lado del pueblo para cambiar el curso de los acontecimientos.
El problema que aquí sufrimos es que no se vislumbra el esquema de un nuevo sistema que defina el rumbo a tomar.
Acá, en la calle, lo que se pide gira en torno a unas ideas para un nuevo orden, que pueden ser:
-Reparto proporcionado de la riqueza.
-Refuerzo del trabajo para generar riqueza.
-Desarrollo cultural.
-Control de la explotación multinacional.
-Regeneración política.
Estos cinco puntos tendrían que operarse en una nueva estructura, una tercera vía entre el liberalismo, que explota los pueblos hasta la extenuación, y el socialismo, que fosiliza la dinámica creativa.
El fundamento del cambio de actitud de todos los latinoamericanos debe estar en la experiencia de que el beneficio fácil, ese enriquecerse unos pocos soslayando la miseria en que quedan los de alrededor, tiene un futuro incierto. Ese desequilibrio engendra, como estamos viendo, una radical inseguridad social.
La experiencia liberal ha proporcionado mucha riqueza para unos, mientras otra parte de la población ha quedado marginada a sobrevivir en la pobreza o a recurrir al auxilio de cualquiera de las ofertas de corrupción. El mismo problema se refleja en el ámbito de estado que a nivel particular: el capital retribuye al mínimo el trabajo para repercutir el máximo beneficio. En una región con exceso de mano de obra disponible, los salarios se contratan a la baja; del mismo modo que los inversores de las multinacionales americanas y europeas exportan el máximo de beneficio. Sorprendentemente nuestros países van cayendo en la ruina generalizada de la que sólo se salvan el círculo del capital que mueve sus beneficios en el extranjero, y quienes sostienen negocios de dudosa honorabilidad.
La perspectiva de una revolución social es cada vez más cercana por la carencia de sistema alternativo. El clamor popular de lucha contra la corrupción es insuficiente si no se compagina con el empeño de la imaginación para lograr unas estructuras económicas que generen una mayor distribución de la riqueza y beneficio social.
El acceso al poder de los representantes de los más desfavorecidos no supone una garantía de equidad y desarrollo social si la acción política no va acompañada de efectivas y eficaces reformas estructurales cuyos modelos en el marco socioeconómico global no parecen estar muy definidos. La necesaria confluencia de intereses nacionales e internacionales en las actuales políticas económicas hacen que los planes sociales deban gozar de credibilidad para generar la confianza de los inversores.
El momento social que nos toca vivir en Latinoamérica quizá sea la última oportunidad para echar los fundamentos de una nueva sociedad, una revolución pensada y ordenada, un nuevo proyecto de futuro. De perder esta oportunidad, la otra posible no sea sino la revolución estéril y sangrienta que cercene la libertad.