PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 65                                                                                        NOVIEMBRE - DICIEMBRE  2012
página 8

REVOLUCIÓN POR LA VERDAD

Uno de los descubrimientos que llegan con la madurez es ver cómo se desmitifican muchas de las verdades que se han aprendido en la niñez, la adoslescencia y la juventud. Lo que se había creído porque lo atestiguaban padres, maestros y profesores puede ceder ante la experiencia personal que descubre que, cuanto menos, muchos de esos contenidos pueden ponerse en cuestión.
Para algunos esa crisis de afirmación sobre las verdades recibidas se corresponde con una etapa de rebeldía y ruptura generacional por la reivindicación de la libertad. Pero si se analiza con meticulosidad se ve que la causa de la crítica a las creencias heredadas proviene de que éstas no sostienen suficiente justificación de sus criterios de verdad, como para ser aceptadas sin una pertinente reconsideración. Es muy probable el reconocimiento de que muchas veces se somete a juicio estricto la cultura recibida y sin embargo se admiten costumbres importadas sin examinarlas con el mismo rigor, pero lo que se produce es que la crisis de identidad se genera en el contraste de verdad de los modelos aprendidos, los que se han interiorizado desde niño, mientras que lo novedoso requiere una experiencia con que se pueda juzgar. También con el tiempo se someterá a juicio personal las novedades abrazadas posteriormente, pero primariamente será sometido a verificación todo cuanto se aprendió como verdad incuestionable.
Esa renovación intelectual no alcanza a las personas de modo uniforme, sino que depende del grado de desarrollo de la personalidad, de la madurez mental, del entorno social, del contexto educativo, de la influencia de influjos externos y penetración de otras culturas. Así, en un espacio y tiempo determinado la autocrítica del pensar es mucho más radical que en otros. Lo que sí parece cierto es que, en mayor o menor intensidad y más pronto o más tarde en la vida, una gran parte de las personas se replantean la identidad de las directrices que se le han enseñado como fundamentos de la vida.
No obstante sostenerse generación tras generación esta contestación, son muchos quienes inciden en querer mantener y transmitir como inamovibles sus criterios de verdad sin aceptar someterlos a la crítica racional de quienes no los aceptan sin más como guía. Gran parte de la política educativa y cultural se debate entre el conservadurismo y el reformismo como sistema de fundamentarse en o al margen de la tradición, o de cuestionar hasta donde sea lógico lo que carezca de raíz científica. Es la disyuntiva de enseñar a pensar desde un patrón o construir cada uno progresivamente el propio esquema de criterios de verdad.
La presión histórica siempre ha estado en imponer desde el poder la verdad que unifique al pueblo, siendo la sumisión a esa verdad la manifestación de la identidad de cada comunidad. Ello se lograba con la restricción de la cultura o con la manipulación de la enseñanza, lo que no impedía que bajo la aparente uniformidad de pensamiento en el fuero interno existiera la restricción personal a esas creencias.
En la actualidad, como una pacífica revolución, se quiere ensalzar la libertad de poder esgrimir y defender con plena naturalidad la reivindicación de la verdad como cada la mente la percibe. Esa amplitud de miras, teóricamente válida, realmente no es admitida por todos, ya que son muchos quienes advierten del gran riesgo de diversificar tanto la opinión crítica que la sociedad perezca en las sucesivas convulsiones por marcar su identidad. Contra ese temor cabe argumentar que la historia puede ser acogida como un modelo no demasiado ideal, y que la confianza no ha de perderse puesto que el hombre de hoy, como el de ayer y el del mañana, es un ser dotado de razón.
 

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