PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 66                                                                                        ENERO - FEBRERO  2013
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DEFECTOS DE PAREJA

 
Cuando se vive una relación de pareja, los problemas pueden provenir de dos causas: 1ª De las personas que se relacionan. 2ª De la relación misma. La primera se refiere a los defectos personales de quienes intervienen en la relación, porque lo que no es perfecto contiene algo que se presenta como una causa de posible desagrado, lo que puede provocar rechazo con quien se entra en relación. Las segunda se refiere al sistema mismo de la relación, que puede ser erróneo, o al menos contener defectos graves en su plan de aplicación.
Los defectos acompañan a todas las personas, y según su entidad pueden disuadir a otros a establecer una relación. Cuando se establece, se debe asumir que cada parte se relaciona con otros que tienen defectos, y que esos defectos se deben conocer y considerar, intentando objetivamente saber si son tolerables para mantener la relación o, por el contrario, se van a constituir en elementos de desavenencia determinantes cuando otros aspectos positivos que favorecen la relación puedan perder parte de su atractivo.
Conocer los defectos supone haberse estudiado uno mismo y haber estudiado a la pareja. Como los defectos tienen rango de debilidad o imperfección, se tienden a eliminar, y la forma más primaria de hacerlo es no reconocerlos, como si ello supusiera haberlos superado. Cuando se sigue esta actitud, tendiendo a disimularlos, se genera el problema de que la otra parte de la pareja podría no percibirlos hasta pasado un tiempo de relación, y luego, cuando con el trato más íntimo y continuo se hacen patentes, son más difíciles de admitir, porque se deduce que, si están muy arraigados, ha existido un disimulo que induce a no identificar la persona nueva detectada con la que se estableció la relación.
Estudiarse a sí mismo exige el esfuerzo de objetivar las virtudes y defectos, y esforzarse en aliviar el efecto negativo que para los demás reporten las debilidades de la propia personalidad. Porque cuanto más estrecha es la relación que se mantiene, y la de pareja siempre lo es, cada defecto desfavorece la estabilidad de la convivencia, por más que se proclame y sea de consenso público que, como no existe nadie perfecto, la vida en pareja es una relación de tolerancia mutua.
Desde siempre, el conocimiento progresivo mutuo es el que configura cada relación, pero ese tiempo necesario es el que debe emplearse y valorar si los defectos ajenos van a a ser soportables en una vida en común.
Uno de los grandes problemas de la vida en pareja son los defectos que cada cual incorpora a su personalidad en el transcurso de los años y que puedan obrar en contra de la aceptación, los cuales causan enfriamiento de la afectividad y distanciamiento de la amistad.
La otra causa importante de problemas proviene del sistema propio de relación, que puede hacer que, aunque las personas se toleren personalmente, las circunstancias favorezcan la inadaptación a la vida común. Toda relación exige unas normas de comportamiento, el medio, y un fin. Conferir al fin la parte rectora de la definición de la estructura supone establecer una jerarquía de orden en la que lo secundario se supedite a lo esencial. Coincidir en esos criterios exige haberse cuestionado el para qué y el cómo de la relación, y la aceptación mutua del programa para lograrlo. Cuanta mayor perspectiva tenga el fin del sistema, más ayuda a sostener y corregir las dificultades estructurales en que se soporta de modo real, y no sólo ideal, la relación.
Todo sistema en sí es perfeccionable, y a ello se debe tender en la relación, porque, en contra de lo que ocurre con las personas, los errores del sistema, si se identifican, se pueden aislar, y dejar que el resto supla esas deficiencias e incluso que las pueda superar o solucionar.
Otro problema de convivencia puede provenir porque la estructura en sí del sistema de relación se convierta en el fin. Que el medio se convierta en fin, empequeñece progresivamente la coexistencia tendiendo a anular la trascendencia de la causa por la que se estableció la relación.
 

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