PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 68                                                                                        MAYO - JUNIO  2013
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CASTAS

 
La estratificación de la sociedad en castas es una antigua realidad  que parece no haber encontrado solución en el mundo moderno, sino, en todo caso, moderación en algunos sistemas que buscan equilibrar los niveles de vida y proteger una igualdad de oportunidades que no discrimine en razón del nacimiento. Pero incluso en esas sociedades más homogéneas aparece la discriminación hacia inmigrantes, quienes se consideran con frecuencia en una categoría de derechos inferior, lo que es equiparable a una clase o casta social.
La estratificación de la sociedad tiene su causa principalmente en las riquezas, en el trabajo y en la cultura.
Las riquezas constituyen un signo externo de discriminación porque permiten a quienes las posees tener acceso a disfrutar de posibilidades de acomodo y bienestar, incluso de dispendio, que les son vedadas a la mayoría, tanto más cuanto mayores son las diferencias sociales en el país. Quienes disfrutan de esas riquezas suelen estar protegidos de modo especial por leyes que garantizan la transmisión de las mismas a los herederos, do modo que se mantiene las clases sociales generación tras generación, sin que los descendientes tengan necesariamente que haber justificado esfuerzo personal alguno para gozar de su privilegiada situación. Por el contrario, disponen desde la infancia de medios de instrucción y promoción para consolidarse en esa clase social.
El trabajo constituye un segundo marcador discriminatorio cuando el acceso a la formación está estructurado para seleccionar niveles a los cuales se tenga acceso según las rentas de la familia en la que se nace. Ello determina una continuidad de las personas en las clases de sus progenitores, siendo excepcional quienes puedan acceder a un grado de instrucción superior. Especialmente el trabajo discrimina cuando para las castas más ínfimas no se habilitan medios para acceder a la enseñanza, debiendo los jóvenes, independientemente de su inteligencia,  incorporarse a los trabajos más serviles para poder sobrevivir.
El nivel cultural constituye también un diferenciador entre los ciudadanos pues los hábitos sociales están hondamente ligados a lo que el nivel cultural establece. De este modo pueden resultar extraños usos y maneras normales en un nivel cultural cuando se utilizan en otro, de modo que genera marcas que tienden a identificar a cada uno en una clase o casta.
El itinerario para superar esta discriminación en la sociedad está en mano del pueblo y de los políticos. En mano del pueblo en el caso de estar protegido por un sistema democrático que otorgue igual poder de decisión política a todos los ciudadanos. En manos de los políticos, cuando no siendo de ideología conservadora procuren aprobar leyes e impuestos que favorezcan el equiparamiento de la ciudadanía. Normalmente la acción política sigue a la sociedad, y no se favorece una regeneración hasta que la presión popular lo demanda, porque vencer la inercia de una tradición asumida suele costar grandes esfuerzos.
El camino eficaz para vencer la discriminación de castas no suele ser la simple abolición teórica de las mismas, sino la apertura de la capacidad individual para acceder de unas castas a otras en función de una oferta de posibilidades que desde la enseñanza favorezca la instrucción, la promoción profesional y la estabilidad económica de una cada vez más amplia clase media. Los medios normalmente los ofrece el desarrollo industrial y comercial de la región, pero la buena aplicación de esos recursos se han de canalizar hacia la promoción de una mayor igualdad de oportunidades para que cada ciudadano, especialmente los jóvenes, puedan disponer de medios de promoción que les recompense su empeño personal por ascender en la escala social.
 

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