PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 68                                                                                        MAYO - JUNIO  2013
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GENERACIONES INVÁLIDAS
 
El modo propio de ser de cada persona condiciona su modo de pensar, pues el obrar sigue al ser y una de las obras más trascendentes del ser humano es pensar, ya que se podría decir que en su pensamiento se motiva todo lo que obra salvo el ámbito de los reflejos vivenciales del cuerpo humano, que son objeto del conocimiento sin ser creados desde el mismo.
El modo de ser que determina esos pensamientos es asimismo generado por diversos influjos, como son el carácter, la educación, el entorno social, la experiencia, la creatividad, etc., y todos ellos actúan a través de una percepción, una abstracción y un acto de conocimiento intelectual. El conocimiento y el modo de ser se relacionan íntimamente determinándose mutuamente dando como resultado la conciencia humana que, correspondiendo al conocimiento del propio modo de ser, dirige las propias obras desde la consideración de la determinación, la creatividad y la limitación de la propia persona. La determinación corresponde al flujo de las influencias que configuran el modo de ser y pensar; la creatividad, el flujo de las personales intuiciones que desde el pensar reordena el modo de ser; la limitación, las condiciones físico mentales que acotan el desarrollo de la razón.
Entre las determinaciones tienen trascendencia las que provienen de la educación, el entorno social y la experiencia personal. Estas están muy ligadas a la realidad de la vida en que nace y se desarrolla cada persona, porque van a influenciar la elaboración de sus conceptos sobre muchos aspectos fundamentales de la aplicación de la personalidad. La creatividad y las limitaciones, en cambio, muestran el carácter personal que favorecerá unas cualidades y mermará otras, siempre actuando en el marco de una personalidad marcada por las determinaciones de formación de la conciencia, sobre la que cuestionan con la limitación que las posibilidades de percepción imponen.
En las naciones sometidas a un sistema autoritario, en las que la gran mayoría de las determinaciones siguen un esquema ideológico desde el que se interpreta la vida, las personalidades se forman según unos criterios rígidos que asignan valores y virtudes a lo que la comunidad se aviene a tomar como verdad en función de la educación y cultura impuesta desde el poder. Este modo de ser y pensar se quiere o se admite sin contestación interior según el grado de contraste al que se tiene acceso para realizar una evaluación; cuanto más incomunicada es una sociedad más se da el que se considere ese modo de ser como el natural del ser humano, al menos en lo que corresponde a su componente social, pues sin alternativas con las que contrastar se admite lo heredado como la forma social debida. Por ello los regímenes autoritarios más radicales se empeñan no sólo en asegurar el mayor aislamiento posible para la comunidad, sino también en borrar las trazar de referencias históricas que pudieran servir de contraste a la doctrinan que imponen. Es cierto que se puede argumentar que el desarrollo mundial tecnológico progresivamente hace más difícil ese aislamiento social, por cuanto los medios de comunicación universales se divulgan en un espacio sin fronteras, permitiendo acceder a la información extranjera, pero también ello suele encontrar la barrera idiomática para comprender la realidad de otras culturas.
Esa determinación sobre la formación de la personalidad, cuando ha alcanzado a todo un periodo generacional, supone una configuración del pensamiento que suele invalidar a la persona para actuar con libertad, pues la carga emocional de los modos de ser aprendidos mueven a posicionarse normalmente a favor del sistema recibido, o a rechazarlo desde una intuición de independencia, que tanto una posición como la opuesta dificultan el ejercicio objetivo crítico de consideración de una alternativa en la valoración de lo valores sociales. Regenerar esa sociedad a una nueva dinámica de tolerancia fundamentada en la libertad y el respeto a la libertad de conciencia suele exigir una dinámica de reeducación que tarda en consolidarse más que la apariencia de cambio de modo de vida que las formas sociales evidencien, pues es difícil reescribir en la conciencia sobre unos fundamentos inculcados que durante años se tuvieron por certidumbre de la verdad. Posiblemente hasta que una nueva generación se eduque y perciba como propia la nueva cultura de forma de ser en libertad, sustituyendo paulatinamente a la anterior, no se pueda considerar que el influjo de aquellos sistemas autoritarios han quedado totalmente superados.
 

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