PAPELES PARA EL PROGRESO
DIRECTOR: JORGE BOTELLA
NÚMERO 7                                                                                                       MARZO-ABRIL 2003
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TERRORISMO EN TIERRAS SOJUZGADAS






La propaganda se ha constituido desde hace décadas en uno de los elementos políticos más trascendentales. Dentro de este programa se sitúa la adecuación de la opinión pública a los objetivos políticos de los estados. Los políticos buscan que los ciudadanos valoren los conceptos según los parámetros de su interés. Que la política no se adecue al pensar del pueblo sino que el pueblo piense como dicta el interés del gobierno correspondiente.

Desde la destrucción de los dos rascacielos de New York en noviembre de 2001, un grupo de gobiernos se han marcado como objetivo político mentalizar a la sociedad presentando al terrorismo como el primordial problema mundial.
Dado que la iniciativa proviene del sistema de pensamiento americano, se advierte, y posiblemente no podría ser de otra manera, que la difusión de la idea se sustenta en sensaciones y no en la argumentación racional de las causas, modos y diversas formas de terrorismo. En el fondo, la idea americana trata de objetivar bajo un lema el conjunto de amenazas a su propio sistema.
Acercarse a la crítica del terrorismo desde el ámbito racional de la filosofía social se convierte en una necesidad para proporcionar al ciudadano parámetros con los que construir sus propios criterios en libertad.
Una aproximación a la historia nos muestra como, según las circunstancias, determinadas acciones fueron consideradas actos de terrorismo o de liberación según la perspectiva de las partes implicadas.
Durante la invasión de la península ibérica por los ejércitos napoleónicos se produjo en el pueblo español, como alternativa al falso orden constituido, una forma de liberación construida sobre una acción informal de acuerdo a los estilos de guerra. Se constituía la guerrilla; para unos, acción execrable acción militar; para otros, excelente medio de liberación.
Las acciones de la resistencia francesa, partisanos y maquis contra la invasión fascista fueron desigualmente consideradas y juzgadas por la historia. Mientras que para los dominadores constituían actos de sabotaje y terrorismo, para los dominados, el recurso legítimo a la utilización de medios no convencionales para la liberación en un desigual estado de fuerzas.
Próximo al pensamiento existencialista se fraguó el concepto de terrorismo de Estado para la conculcación por parte del estado legítimo de los derechos fundamentales de grupos ciudadanos del propio o distinto país. El concepto de terrorismo de Estado supuso el desenmascaramiento de modos de actuación al margen de la ley y la justicia practicados por Estados legítimos.
Con independencia de todo apasionamiento político, el análisis del juicio del terrorismo se basa principalmente en dos puntos:
- El recurso a la violencia.
- La utilización de la población civil como objetivo.
El recurso a la violencia no está justificado como medio para conseguir reivindicaciones políticas, en el mismo orden que no está justificada la guerra para imponer los propios criterios de estructura de poder.
El recurso a utilizar la población civil como objetivo para sembrar pánico y miedo que favorezcan la desestabilización del sistema político contrario es igualmente execrable, del mismo modo que lo es el recurso del Estado a la represión y a la coacción.
El terrorismo, como la guerra, representa el fracaso de las políticas de paz. El juicio sobre el terrorismo -siempre condenable- no puede ignorar que, en aquellos países sojuzgados por intereses de Estado particulares o por potencias imperialistas, el mismo se constituye como una respuesta a una situación de injusticia y represión, y por tanto, la condena objetiva de las causas y el esfuerzo pacificador no será eficaz sin la acción concertada contra todos los elementos de desestabilización.